martes, 24 de abril de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 21

—Siento  haberte  hecho  esperar,  pero  Javier es  muy  apasionado  sobre  su  negocio  —Paula le apretó el brazo a Pedro—. Y dice maravillas de tí.

—En ese caso, estás perdonada. Pero tu castigo por dejarme solo es ir a dar un paseo conmigo. ¿Te importa?

—No, en absoluto. Me apetece.

Claro que le apetecía. Hacía una noche estupenda y Pedro Alfonso estaba más rico que el pan. Su traicionero corazón aún no se había recuperado de la sonrisa que le dedicó al ganar la supuesta «clase maestra» de repostería, pero era muy agradable caminar con él del brazo, charlando como si fueran viejos amigos.

—Me  han  dicho  que  Caro y  tú  van a  ir  de  compras  el  miércoles  y  estaba  pensando en alertar a todos los grandes almacenes de Londres.

—Yo  estoy  deseando  —se  rió  Paula—.  Las  mujeres  trabajadoras  no  solemos  tener un día libre. Siempre es trabajo, trabajo y trabajo.

—Oh,  sí,  la  alegría  de  tener  las  manos  llenas  de  masa  todo  el  día.  Por  cierto,  estás guapísima.

—Gracias. Tú tampoco estás mal.

Pedro se alisó cómicamente la pajarita mientras se abrían paso entre la multitud que paseaba por Covent Garden.

—¿Este  esmoquin  de  nada?  Lo  he  encontrado  en  el  fondo  del  armario  y  he  decidido ponerme guapo para la prensa.

Paula soltó una carcajada.

—¿Has hablado con el otro fotógrafo, por cierto?

—Sí.  Afortunadamente,  está  dispuesto  a  hacer  las  fotografías  de  la boda  de  Caro porque  le  debe  un  favor  al  primero  —contestó  Pedro—.  ¿Puedo  hacer  una  sugerencia,  señorita  Chaves?  A  menos  que  estés  desesperada  por  volver  a  casa,  creo  que podríamos alargar el paseo.

—Muy bien. ¿Adónde vamos?

—Mira al otro lado de la calle... ¿Qué ves?

Paula miró la plaza cubierta de Covent Garden y las columnas de un edificio de piedra.

—¿Me llevas al teatro de la Ópera?

—Ahora  mismo  no,  pero  quizá  otro  día.  Caro y  yo  solíamos  venir  todas  las  Navidades  cuando  éramos  niños  para  ver  El  cascanueces,  La  cenicienta  o  El  lago  de  los  cisnes.

—Vaya, eso sí que es una sorpresa, señor Alfonso. Pensé que a los niños había que llevarlos a rastras al ballet.

—Es que nuestra madre sabía todo lo que había detrás de cada ballet: la historia de  los  compositores,  los  cotilleos,  los  estrenos  originales.  Por  eso  era  una  profesora  excelente.  No  sólo  veníamos  encantados,  le  rogábamos  que  nos  trajera.  Los  tres  nos  poníamos nuestras mejores galas y bebíamos limonada en el entreacto. Era mejor que el día de Navidad.

Algo  en  su  tono  de  voz  hizo  que  Paula lo  mirase,  sorprendida.  Allí  estaba  el  joven Pedro, tan lleno de sueños y esperanzas...Pero su rostro se había ensombrecido. Los  tres,  no  los  cuatro.  Carolina,  Pedro y  su  madre.  No  había  mencionado  a  su  padre  en  absoluto.  Por  lo  poco que  Carolina le  había  contado,  sabía  que  su  padre  acabó en la cárcel cuando ella tenía diez años, de modo que Pedro debía de tener unos catorce.

—Son  unos recuerdos  preciosos  —murmuró,   apretando   su   mano—.   ¿Ves   mucho  a  Caro y  a  tu  madre?  Bueno,  ya  sé  que  Caro pasa  la  mitad  del  tiempo  en  Nueva York...

—Mi madre suele ir a Nueva York un par de veces al año. Ha vuelto a casarse y vive en Francia, me imagino que ya lo sabes.

—Sí, claro. ¿Y a Caro? ¿La ves fuera del trabajo?

—No, qué va. O yo estoy de viaje o ella está trabajando en algún proyecto con Mike. En realidad, llevan la oficina por mí.

—Tengo una idea —dijo Paula entonces—. Puedes decirme que me meta en mis propios asuntos, pero verás: el sábado se va a casar tu única hermana...

—¿No me digas?

—Ahora  mismo  está  en  Francia  y  no  llegará  a  Londres  hasta  el  martes  por  la  noche, pero si fueras a Francia a buscarla, podríais estar juntos un par de días, los dos solos. No sé, como la última oportunidad para que recordéis viejos tiempos antes de que  se  convierta  en  la  señora  de  Pablo Fernandez.  Tu  madre  y  el  resto  de  la  familia  pueden venir el jueves, como teníais pensado. ¿Qué te parece?

Pedro la miró a los ojos durante unos segundos antes de preguntar en voz baja:

—¿Te gusta La Bohème?  Había pensado que podríamos ir a verla.

Paula dejó escapar un suspiro.

—Es mi ópera favorita.

—Entonces compraré entradas para la semana que viene.

—¿La semana que viene? ¿Pero no tienes que volver a Nueva York?

—Creo que hay  un  pequeño cambio  de  planes  —sonrió  Pedro—.  Puede  que  vaya a Francia a buscar a mi hermana, así que estaré aquí unos días más... si puedes soportarme.

Y  después  de  eso  siguieron  caminando  de  la  mano,  en  silencio,  como  si  eso  fuera algo que hicieran todos los días.

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