martes, 24 de abril de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 24

Hubo  un  tiempo  en  el  que  habían  sido  muy  parecidas:  trabajadoras  y  alegres,  contentas de volver a casa para pasar el resto del día con la persona a la que querían o cenando fuera con los amigos.¿Cuándo fue la última vez que ella había cenado con sus amigas? Qué curioso que  hubiera  dado  por  sentado  todo  eso  entonces,  pensando  que  nada iba a cambiar nunca. Qué equivocada estaba. Cuando el teléfono volvió a sonar, vaciló un momento. Tenía demasiadas cosas que hacer y le apetecería tomarse un café en la puerta de la pastelería. Maldito fuese Pedro por hacerla ver todo lo que se estaba perdiendo.Claro que ella no podía perder ningún pedido...

—Pastelería Chaves.

—Hola, Pastelería Chaves.

Su tonto corazón dió un vuelco dentro de su pecho. ¡Era él!Había pasado el domingo, lunes y martes pegada al teléfono, pero allí estaba. El hombre que se había convertido en un personaje fijo en sus sueños.«Respira», se dijo a sí misma. «Tranquila».

—Buenos días, señor Alfonso. ¿Qué tal se ve el cielo desde su lujoso ático?

—No lo sé, señorita Chaves. Pero desde aquí, en la acera, se ve estupendo. ¿Qué haces?

—Trabajar —contestó  ella—.  Ahora  mismo,  batir  claras  de  huevo.  Tengo  que  hacer tres merengues de limón para una chef amiga mía que se ha puesto enferma. ¿Y qué haces tú, planear una fusión comercial o reformar algún otro edificio?

Al otro lado del teléfono sonó una risita.

—En  realidad,  esperaba  que  te  reunieras  conmigo,  Caro y  Tamara para  comer  juntos antes de irse de compras. Invito yo. ¿Te apetece?

Esa invitación la dejó tan sorprendida que estuvo a punto de tirar el cuenco con las  claras  de  huevo.  Tenía  una  hora  para  terminar  el  trabajo  y  media  hora  más  para  ducharse  y  cambiarse  de  ropa.  A  lo  mejor  encontraba  un  hueco  para  comer  con  sus  amigos...

—Cuéntame más.

—¿Te acuerdas de Javier Brooks, el propietario de Noodles y Strudels?

—Sí, claro.

—Pues me ha invitado a la inauguración de su primer café en Inglaterra. ¿Cómo puedo  ir  a  tal  evento sin  llevar  del  brazo  a  la  mejor  repostera  de  Londres?  ¿Qué  dices? ¿Te arriesgas a ser vista en público conmigo?

—¿Cómo puedo resistir la tentación? —se rió Paula—. Trato hecho.

—Francisco irá a buscarte a la tienda. Y, por cierto...

—¿Sí?

—Javier Brooks parece creer que  tú  y  yo  somos   novios  y  sería  una  pena   desilusionarlo. ¿No te parece?

—¿Javier Brooks  estará  allí  en  persona?  —le  preguntó  Paula.  Cuando  no  hubo  respuesta, miró el teléfono, perpleja—. ¿Pedro?

Pero Pedro había colgado y ella se dejó caer sobre una silla, sorprendida. ¿Cómo lo hacía  aquel  hombre? ¿Y  por qué de repente  sentía  el  deseo de reír  a  carcajadas?

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