jueves, 19 de abril de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 20

—Estaba  a  punto  de  abandonar.  Imagina  mi  sorpresa  al  descubrir  que  cierta  Paula Chaves estaba dispuesta a dar una clase de repostería al mejor postor. ¿Cómo iba a resistirme?

 —¿Has pagado mil libras para que te enseñe a hacer un strudel?

—No,  en  absoluto.  Acabo  de  donar  mil  libras  a  un  proyecto  benéfico  que  me  interesa y, además, tendré el placer de tu compañía para mí solito.

—Acepto el cumplido, señor Alfonso.

—Pero tienes que cumplir con tu parte del trato.

—Sí,  claro,  pero  ya  hablaremos  de  eso.  Por  ahora,  tengo  que  despedirme  de  Silvana, ha sido un día muy largo.

—¿Puedo  escoltarla  a  casa,  señorita  Chaves?  Quizá  podríamos  discutir  nuestro  acuerdo por el camino.

Paula lo miró a los ojos y se dio cuenta de que nada le gustaría más.

—Por supuesto, señor Alfonso, pero me parece que alguien está intentando llamar su atención...

—¡Pedro Alfonso!

Un  hombre  de  mediana  edad  y  agradable  sonrisa  se  acercó  para  saludarlo  e  intercambiaron un apretón de manos. Paula recordó enseguida quién era: Javier Brooks, el propietario de la cadena Noodles y Strudels, un texano.

—Javier,  quiero  presentarte  a  mi  amiga  Paula Chaves,  Paula es  la  propietaria  de  la  Pastelería Chaves y...

—¿Tú  te  has  hecho  cargo  de  la  Pastelería  Chaves  de  Londres?  —exclamó  el  hombre—. Ése es un nombre que no escuchaba en mucho tiempo.

—Me alegra que la conozca, señor Brooks.

—¿Dónde  tenías  escondida  a  esta  joya?  —se  rió  el  texano—.  ¡La  Pastelería  Chaves! Mi padre creció en Viena, cerca de la esquina donde se encontraban el Café y la Pastelería Chaves original, y nunca ha dejado de contar maravillas sobre ella. Tienes que  hablarme  de  las  antiguas  recetas  y...  —Brooks  se  volvió  hacia  Pedro—.  Espero  que no te importe que te robe a tu novia un momento. Nos vemos enseguida.

Y,  antes  de  que  Pedro pudiera  decir  nada,  Javier Brooks  tomó  a  Paula del  brazo  para llevarla a uno de los comedores privados. Pedro se  quedó  en  silencio,  viendo  a  Paula desaparecer  entre  la  gente.  La  había  conocido el día anterior, pero una cosa era segura: ahora sabía por qué Carolina confiaba tanto en ella. Paula Chaves era  una  de  las  mujeres  más  sorprendentes  e  interesantes  que  había  conocido  nunca  y  los  últimos  diez  minutos  sólo  habían  servido  para  aumentar  su  admiración por ella.Pero  había  desaparecido,  dejándolo  solo  con  un  vaso  de  agua  en  la  mano.  Y,  además, uno de sus mejores clientes pensaba que era su novia. Era curioso que ella no lo hubiera corregido.Y más curioso, que él no dejase de recordar el roce de su cuerpo.Y  más  curioso  aún,  que  siguiera  en  el  mismo  sitio  cinco  minutos  después,  mirando el sitio por el que ella había desaparecido. Esperando. Por si acaso volvía la mujer más bella de la fiesta.Y estaba dispuesto a esperar el tiempo que hiciera falta.

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