—Estaba a punto de abandonar. Imagina mi sorpresa al descubrir que cierta Paula Chaves estaba dispuesta a dar una clase de repostería al mejor postor. ¿Cómo iba a resistirme?
—¿Has pagado mil libras para que te enseñe a hacer un strudel?
—No, en absoluto. Acabo de donar mil libras a un proyecto benéfico que me interesa y, además, tendré el placer de tu compañía para mí solito.
—Acepto el cumplido, señor Alfonso.
—Pero tienes que cumplir con tu parte del trato.
—Sí, claro, pero ya hablaremos de eso. Por ahora, tengo que despedirme de Silvana, ha sido un día muy largo.
—¿Puedo escoltarla a casa, señorita Chaves? Quizá podríamos discutir nuestro acuerdo por el camino.
Paula lo miró a los ojos y se dio cuenta de que nada le gustaría más.
—Por supuesto, señor Alfonso, pero me parece que alguien está intentando llamar su atención...
—¡Pedro Alfonso!
Un hombre de mediana edad y agradable sonrisa se acercó para saludarlo e intercambiaron un apretón de manos. Paula recordó enseguida quién era: Javier Brooks, el propietario de la cadena Noodles y Strudels, un texano.
—Javier, quiero presentarte a mi amiga Paula Chaves, Paula es la propietaria de la Pastelería Chaves y...
—¿Tú te has hecho cargo de la Pastelería Chaves de Londres? —exclamó el hombre—. Ése es un nombre que no escuchaba en mucho tiempo.
—Me alegra que la conozca, señor Brooks.
—¿Dónde tenías escondida a esta joya? —se rió el texano—. ¡La Pastelería Chaves! Mi padre creció en Viena, cerca de la esquina donde se encontraban el Café y la Pastelería Chaves original, y nunca ha dejado de contar maravillas sobre ella. Tienes que hablarme de las antiguas recetas y... —Brooks se volvió hacia Pedro—. Espero que no te importe que te robe a tu novia un momento. Nos vemos enseguida.
Y, antes de que Pedro pudiera decir nada, Javier Brooks tomó a Paula del brazo para llevarla a uno de los comedores privados. Pedro se quedó en silencio, viendo a Paula desaparecer entre la gente. La había conocido el día anterior, pero una cosa era segura: ahora sabía por qué Carolina confiaba tanto en ella. Paula Chaves era una de las mujeres más sorprendentes e interesantes que había conocido nunca y los últimos diez minutos sólo habían servido para aumentar su admiración por ella.Pero había desaparecido, dejándolo solo con un vaso de agua en la mano. Y, además, uno de sus mejores clientes pensaba que era su novia. Era curioso que ella no lo hubiera corregido.Y más curioso, que él no dejase de recordar el roce de su cuerpo.Y más curioso aún, que siguiera en el mismo sitio cinco minutos después, mirando el sitio por el que ella había desaparecido. Esperando. Por si acaso volvía la mujer más bella de la fiesta.Y estaba dispuesto a esperar el tiempo que hiciera falta.
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