jueves, 12 de abril de 2018

Dulce Tentación: Capítulo 10

—Tranquilo —se rió ella—. Por el momento, todo está más o menos controlado. Puedes respirar otra vez.

—¿Qué quieres que haga?

—Hay  dos  personas  con  las  que  tenemos  que  hablar  lo  antes  posible.  Yo  he  empezado  por  el  hotel  donde  se  celebrará  el  banquete,  pero  tenían  la  boda  de  un  famoso esta mañana y no han podido atenderme...

—¿Qué?—No te asustes. Según el gerente, la boda Alfonso-Fernandez está confirmada para el próximo  sábado,  así  que  no  hay  problema.  Lo  que  no  tengo  son  los  detalles  o  el  menú;  eso  es  lo  que  hay  que  comprobar.  Y  sugiero  que  lo  hagamos  el  lunes  por  la  mañana. Los fines de semana es más difícil ponerse en contacto con la gente.

—Desde luego —sonrió Pedro—. Muy bien, veo que tú estás muy liada, pero yo tengo  el  día  libre.  ¿Por  qué  no  me  dejas  que  siga  con  el  resto  de  la  lista?  Tengo  mi  ordenador portátil, dos teléfonos y transporte propio si hiciera falta.

—No sé...

—Lo tengo todo a mano.

—Bien, de acuerdo. Hay un fax y una fotocopiadora arriba, en mi apartamento, por si aquí hay mucho ruido para ti. Me temo que el horno se va a llenar de gente en un par de horas.

—¿Cuándo llegan tus ayudantes? ¿O es que ya se han ido?

—¿Qué ayudantes? Ah, no, no, siento decepcionarte, pero sólo hay un pastelero en Chaves: yo. Laura se encarga de la tienda, pero del horno me encargo yo sola.

—¿En serio?

—¿Creías que tenía un ejército de gente ayudándome?

—¿De verdad lo haces tú sola?

—Con mis dos manitas.

—Es increíble. Y razón de más para que yo me encargue de la boda mientras tú trabajas.  Mi  equipo  de  administración  está  acostumbrado  a  planear  eventos  y  podrían echarnos una mano.

—Ya lo hablamos ayer y ése no era el trato.

Pedro dejó escapar un suspiro y Paula sintió pena de él.

—Siéntate  y  toma  un  café...  un  exprés.  Pero  también  hay  té  y  refrescos.  Ah,  y  puedes tomar un pastel si te apetece.

—Gracias, prefiero el café. ¿Alguna cosa más, jefa?

—He intentado hablar con el  fotógrafo,   pero no  contesta al  teléfono.   Seguramente estará trabajando en otra boda, pero se supone que su oficina abría los sábados. Está en la página dos de la lista.

—Ningún problema. Déjamelo a mí.

—Ah,  y  otra  cosa  más  —Paula apretó  los  labios,  intentando  contener  la  risa—. Ya puedes quitarte las gafas de sol.

Durante  una  hora  más  o  menos,  Pedro hizo  malabarismos  con  los  dos  móviles,  un teléfono fijo y una renqueante conexión a Internet; todo con un fondo de parloteos y risas en una habitación que a veces parecía más una estación de tren que el horno de una pastelería.Mientras  tachaba  un  tema  de  una  lista  que  parecía  interminable,  la  puerta  de  atrás  se  abrió,  de  nuevo,  y  varios  jóvenes  con  un  delantal  de  un  famoso  restaurante  entraron para llevarse bandejas de pasteles.Lo  que  lo  asombraba  no  era  sólo  que  Paula pareciese  conocer  a  todo  el  mundo  por  el  nombre  de  pila,  sino  que  dejase  de  hacer  lo  que  estaba  haciendo  para  atenderlos  con  una  sonrisa  en  los  labios.  Hablaba  en  francés,  alemán,  italiano...  lo  que  hiciera  falta.  Un  par  de  veces  incluso  tuvo  que  salir  a  la  tienda  para  seleccionar  unos pasteles de chocolate o una tarta especial.Aquello era increíble.Y  luego  estaba  el  calor  del  horno.  Cada  vez  que  levantaba  la  mirada,  ella estaba sacando una nueva bandeja de pasteles o de pan... Si  había  una  mujer  capaz,  desde  luego  ésa  era  Paula Chaves.  Y  él  había  pensado  que su oficina era un caos.Fue  una  sorpresa  cuando  levantó  la  mirada  y  la  vio  dirigiéndose  hacia  él  con  una bandeja de café y pasteles.

—¿Siempre es así? —le preguntó, levantándose para ayudarla. Amy cerró los ojos un momento.

—He  tenido  que  trabajar  más  que  nunca  en  toda  mi  vida  para  levantar  este  negocio. Hay muy buenos pasteleros en la ciudad, así que yo tengo que ofrecer algo especial.  Abrí  hace  sólo  dos  años  y  eso  no  es  mucho  tiempo  en  el  mundo  de  la  pastelería —contestó, riendo.

—No paras de trabajar.

—Desde luego que no. Y mira, tengo las cicatrices que lo demuestran.

Paula alargó los brazos para que Pedro pudiera ver las quemaduras.

—¿Del horno?

—De las bandejas, en general. Mi tío Walter las llama «medallas al valor». Todo forma parte del trabajo, claro. Yo sabía dónde me metía antes de empezar —Paula se rió otra vez mientras tomaba un trocito de pastel de canela—. ¿Tú crees que todos los restaurantes tienen un chef de repostería o tiempo para hacer un strudel?

—¿Y  esos  pasteles  redondos  de  chocolate  que  has  estado  sacando  del  horno?  ¿Tampoco pueden hacerlos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario