martes, 3 de abril de 2018

Desafío: Capítulo 43

—No podía. Las lágrimas no llegaban.

—Así que llorabas en sueños, cuando tus defensas estaban bajas —concluyó él, lógico.

—Es  probable.  No  lo  recuerdo  —Paula suspiró  de  nuevo,  sintiendo  que  la  tensión  acumulada  durante  nueve  años  se  liberaba—.  Sólo  sabía  que  tenía  que  cambiar. Quería ser mejor persona. Alguien de quien no tuviera que avergonzarme.

—Eres  una  buena  persona,  Pau—Pedro puso un dedo bajo su barbilla y alzó su rostro—. No dejes que nadie te diga lo contrario.

—Pero  no  siempre  lo  fui.  Por  eso  no  podía  permitirme  tener  nada  que  Sofía no  fuera a tener. Pensaba que no me merecía ser feliz.

—Nadie  lo  merece  más  que  tú.  Has  pagado  más  de  lo  que  debías.  Nadie  te  negaría el derecho a la felicidad.

—La señora Ashurst sí —Paula se estremeció.

—¿La  madre  de  Sofía?  —el  rostro  de  Pedro se  tensó  con  una  mezcla  de  ira  y  amargura—.  Encontré  una  tarjeta  de  cumpleaños  en  la  cocina,  que  debió  enviarte  ella. ¿Cuánto tiempo lleva haciendo eso?

—Todos los años.

—Dios  —Pedro parecía  querer  asesinar  a  alguien—.  No  me  extraña  que  no  pudieras enfrentarte a tu culpabilidad. ¡No te dejó olvidarlo, ni siquiera un momento!

—No te enfades con ella. Yo no me permitía olvidar. Quería compensar lo que hice —lo tranquilizó Paula, tocando sus labios.

 La expresión de él se suavizó al mirarla, sonrió y soltó el aire de golpe.

—Estoy  enfadado  porque  estuve  a  punto  de  perderte.  Ya  has  pagado  por  el  pasado,  Pau.  Ahora  tienes  que  mirar  hacia  el  futuro.  Nosotros.  Nuestra  felicidad.  ¿Podrás hacerlo?

—Sí —le sonrió y sus ojos brillaron con amor—. Lo he deseado, mucho. Cuando comprendí que me había enamorado de tí mi conciencia resurgió y me paró los pies. Luego ví la tarjeta y mi corazón se rompió. No quería perderte, pero seguía en pie mi promesa a Sofía. Fui a ver a su madre, con la esperanza de que me perdonara por fin, pero creo que nunca lo hará.

—No  —Pedro movió  la  cabeza—.  Y  además  quiera  que  vivas  un  purgatorio  eterno.  Pero  pregúntate  una  cosa,  Pau.  ¿Querría  Sofía eso,  o  te  diría  que  siguieras  adelante, disfrutando tu vida?

Paula reflexionó,  recordando  el  rostro  siempre  risueño  de  su  amiga.  Sofía había  amado  la  vida  y  siempre  miraba  hacia  el  futuro.  Habría  urgido  a  Paula para  que  se  aferrara a él.

—Habría querido que fuera feliz. Que siguiera los deseos de mi corazón.

—Entonces, eso es lo que deberías hacer, ¿No crees?

—Sí, sí que lo es —aceptó Paula.

—En  ese  caso,  tengo  que  hacerte  una  pregunta  importante.  ¿Quieres  casarte  conmigo, Paula Chaves?

Paula miró sus ojos y vió la esperanza y el miedo que reflejaban. Anhelaba el sí y  temía  el  no.  Pero no  tenía  ninguna  duda.  Seguiría  llorando  a  su  amiga  a  veces,  pero  con  la  ayuda  de  Pedro no  volvería  a  sentirse  aplastada  por  la  culpa.  La  respuesta era sencilla.

—Sí,  me  casaré  contigo,  Pepe.  ¿Cómo  podría  no  hacerlo,  cuando  me  has  devuelto la vida y te amo con locura?

Pedro cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro. Cuando los abrió de nuevo, puro azul, brillaban de emoción.

—Gracias. Me aseguraré de que no tengas que arrepentirte nunca.

 Paula rodeó su cuello con los brazos. No hacía mucho que conocía a ese hombre, pero  parecía  haber  sido  siempre  parte  de  su  vida.  Era  la  mitad  que  la  completaba  y  llenaba.

—Siento  haberte  herido  al  decir  que  no  quería  volver  a  verte  —le  susurró  al  oído.

—Creo  que  mi  hermano  y  mi  hermana  dirían  que  ésa  es  una  lección  que  necesitaba   aprender   —respondió  él  con  ironía—.   La  idea de perderte...   me aterrorizó.

—Pues  no  me  has  perdido.  Tengo  intención  de  quedarme  para  siempre  —le  contestó  ella—.  No  pretendía  enamorarme  de  tí,  pero  me  alegro  muchísimo  de  que  ocurriera.

—Amen —dijo él con una sonrisa medio traviesa, medio sensual. Después la besó.





FIN

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