martes, 1 de abril de 2025

Recuperarte: Capítulo 25

Pero parecía tan cansado... ¿Demasiado trabajo?, se preguntó. ¿Seguiría a ese ritmo cuando naciera el niño? Intentaba convencerse de que sólo le importaba porque era el padre de su hijo, pero no podía ignorar el pellizco que sintió en el corazón. No era fácil olvidar lo que Pedro Alfonso había sido para ella durante todos esos años. Debería despertarlo, pero no lo hizo. Lo dejaría dormir un rato más, pensó. Tenía mucho trabajo en la oficina, de modo que estaría ocupada. Y sí, quizá estaba intentando demostrarse algo al quedarse allí, conteniendo el deseo de acariciar su frente. Paula se dejó caer sobre un sillón, con los pies sobre una otomana, mientras abría el catálogo de una subasta de antigüedades con una mano y quitaba la tapa de un yogur con la otra. Quince minutos después, el reloj de la pared daba las once. Pedro despertó, desorientado, agarrándose al borde del sofá para no caer al suelo.


—Hola, preciosa —murmuró, pasándose una mano por la cara —¿Cómo estás?


—Estamos bien —sonrió Paula dejando el catálogo en el suelo —. Sólo quería levantar las piernas un rato. 


Pedro se apoyó en el respaldo del sofá y tomó sus pies para colocarlos sobre sus rodillas.


—¿Qué haces?


—He leído un libro sobre el embarazo y dice que debes descansar mucho.


Ella estuvo a punto de recordarle que no era la niña de dieciocho años con la que se había casado, pero no lo hizo.


—No creo que se me pueda olvidar, ya que tú me lo recuerdas cada media hora.


Pedro se inclinó hacia adelante para poner una mano sobre su abdomen.


—Tu mamá se está poniendo peleona, así que debe de encontrarse bien.


—En realidad, tengo hambre. ¿Tú puedes entender lo que es un ataque de hambre inducido por estrógenos?


—Pues resulta que te he traído algo de comer…


—Gracias, pero ya he desayunado y quiero empezar a comer de forma sana.


—Señora, la conozco desde hace nueve años y sé muy bien qué cosas le gustan. De hecho, me encanta ver cómo disfrutas de la comida —sonrió Pedro.


Un escalofrío la recorrió de arriba abajo, quizá porque el sueño erótico estaba demasiado cercano.


—Así que te gusta verme comer... —murmuró, bajando los pies.


—Vuelve a poner los pies en mis rodillas y te sorprenderé con un almuerzo que no olvidarás nunca.


Pedro tomó una bolsa de la que sacó varios contenedores de plástico lleno de fresas, kiwis y trozos de pera. Paula apretó los labios. La fruta tenía un aspecto delicioso, pero lo que a ella le apetecía en aquel momento era algo de chocolate. Con leche. Eso, al menos, sonaba nutritivo. Pero como su ex marido se había esforzado, tuvo que sonreír. Sobre todo al recordar que tenía una chocolatina en el cajón del escritorio. Las almendras tenían proteínas, ¿No?


—Qué detalle.


Desde luego, su ex marido estaba encargándose de que el niño tuviera todo lo que necesitaba.


—Y por último... —Pedro sacó un tarro de la bolsa. 

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