martes, 8 de abril de 2025

Recuperarte: Capítulo 36

Y ellos esperando el momento adecuado para contar que iban a tener un hijo. Al menos Paula no podría echarle la culpa a él, pensó.


—Eso responde a muchas preguntas —sonrió Marcos—. Como, por ejemplo, por qué se llevan tan bien de repente.


—El día que se desmayó en el Juzgado descubrimos que estaba embarazada. Queríamos encontrar el momento adecuado para contarlo... Una vez que hubiéramos tenido la oportunidad de hacernos a la idea.


Su hermano le dió un golpecito en el hombro.


—Enhorabuena.


—Me alegro mucho por los dos —dijo Ana—. Un niño siempre es motivo de felicidad.


Sí, desde luego. Pero él sólo quería ver a Paula Y... maldita fuera, seguía preocupado por su hermano. ¿Cómo podía haberse olvidado de Juan Pablo? 


—Paula y yo iremos a la finca en cuanto...


—Tú tienes que quedarte con tu mujer toda la noche. Te llamaremos en cuanto sepamos algo —lo interrumpió su madre.


Pedro vaciló, el deseo de saber algo sobre su hermano luchando contra su preocupación por Paula.


—¿Estás segura?


—Lo único que podemos hacer es esperar. Ve con ella, hijo.


Tenía razón. Él no podía ayudar a Juan Pablo, pero sí podía cuidar de su mujer.


—Pasaremos por allí mañana a primera hora. O en cuanto nos sea posible 


Y cuando hubiera pasado la preocupación de su madre, Pedro pensaba dejar claro que Paula seguía siendo parte de la familia. Sí, conseguiría enderezar su vida. Nunca podría recuperar a Camila, pero no iba a dejar que nadie le robara de nuevo a su hijo, ni siquiera la testaruda de su mujer.


Paula apoyó la frente en la fría superficie del cristal, mirando las casas que pasaban a su lado. Eran las casas de sus vecinos, su vecindario desde que Pedro volvió a la finca de sus padres. ¿Sólo habían pasado un par de horas desde que ellos corrieron hacia la casa, esperando ser «Amigos con derecho a roce»? Ahora no sabían si Juan Pablo estaba vivo o muerto. Ellos mismos podrían haber muerto por culpa de un conductor borracho. La vida tenía por costumbre dar las cartas que le parecía bien. Como su embarazo adolescente, por ejemplo. Y la trágica pérdida del niño. ¿Las cosas hubieran sido diferentes para ella y para Pedro si hubiera insistido en esperar hasta que se conocieran un poco mejor?, se preguntó. Cuando Pedro detuvo el coche frente a la casa, ella, con una mano sobre su abdomen, levantó los ojos. Las dos personas más importantes del mundo para ella estaban bien. Debería alegrarse de eso, pero seguía inquieta. Sí, él era mucho más que un «Amigo con derecho a roce». Pero ¿Qué había cambiado entre ellos? No era fácil desembarazarse de los sentimientos sólo por haber firmado un acuerdo de divorcio. Aunque no podía resolver nada esa noche con el miedo del accidente atenazándola todavía. Y sin saber cuál había sido el destino de Juan Pablo. 

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