martes, 22 de abril de 2025

Recuperarte: Capítulo 43

Paula se dejó caer sobre el quicio de la puerta, aliviada. Su hermano debía de estar bien. Gracias a Dios. Aunque no dejaba de mirar a Pedro, podía ver el cuarto que habían decorado juntos con tanto amor. Cada detalle del cuarto estaba en su mente, desde los alegres muebles de cerezo al papel pintado. Incluso el aroma de Camila parecía haberse quedado allí después de tanto tiempo. Aquel aroma a colonia de bebé, a esperanza... Tuvo que tragar saliva.


—Gracias por llamar. Si logras hablar con Juan Pablo, dile que me alegro mucho de que su habilidad haciendo trincheras le haya servido de algo. Sí, buenas noches... Bueno, en realidad buenos días.


Después de colgar, Pedro enterró la cabeza entre las manos. Ella estuvo a punto de correr a su lado para consolarlo, pero recordó que se había quedado inmóvil en la cocina cuando lo abrazó. El sexo, sin embargo, le había parecido mejor que otro rechazo, una reacción que había sufrido muchas veces durante su matrimonio después de que Camila se fuera. No, no iba a acercarse porque sabía lo que iba a pasar: Pedro volvería a ponerse en plan severo, negándose a pensar en tonterías como la emoción o el dolor. De modo que lo dejaría solo un momento, decidió. Iba a darse la vuelta cuando él volvió la cabeza.


—No te vayas.


Por una vez no había barreras entre los dos; sólo un hombre agotado, asustado. Y, sin embargo, parecía más fuerte que nunca. ¿Habría cambiado algo? ¿Lo que ella había empezado a sentir de nuevo podría sentirlo él también?


—¿Sabías que estaba aquí?


—Siempre sé cuándo entras en una habitación.


—Parece que Juan Pablo está bien, ¿No?


—No tiene un solo rasguño —le confirmó él—. Aunque derribaron el avión, todos sobrevivieron al accidente y salieron huyendo para evitar a los rebeldes. Por eso la misión de rescate tardó más de lo previsto.


—Esas horas han debido de ser horribles para tu hermano.


—No quiero ni pensarlo.


Claro que no. Pedro acostumbraba a olvidar el pasado y seguir adelante como si no ocurriera nada. Paula pasó los dedos por la puerta abierta del armario. Dentro podía ver el vestidito blanco del bautizo de Camila. Y le producía tal dolor que casi desearía tener la amnesia de su ex marido. Él señaló las bolsas que había en la cuna.


—Veo que has ido de compras... Para el niño.


Paula miró las bolsas llenas de vestiditos rosas y se le hizo un nudo en la garganta. El olvido era imposible y no podía contenerse más. Si Pedro quería volver a estar con ella, tendría que aceptar quién era y cómo lidiaba con la vida. Tendría que aprender a cambiar.


—¿Piensas en ella alguna vez? —le preguntó, los ojos llenos de dolor. 

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