Pedro supo que Paula había entrado en la sala. Incluso de espaldas, experimentó aquella sensación que le decía que ella estaba cerca. No había perdido la concentración, pero estaba contando los minutos hasta que pudiesen parar para comer. El reloj marcaba exactamente la una cuando el juez levantó la maza para pedir un receso. Y se tomó un momento para hablar con su cliente antes de dirigirse hacia ella. ¿Querría retomar la discusión que habían dejado a medias en su despacho? Sí, reconocía haber perdido los nervios con Ward, pero no estaba seguro de que hubiera podido hacer las cosas de otra manera. En su opinión, sólo estaba protegiendo a su mujer y a su hijo. Se detuvo al llegar a su lado, pensando que aunque hubiera tenido razón sobre Ward, Paula estaría disgustada. Y aunque se sentía justificado, quizá podría haberle ofrecido algún... Consuelo. Casi podía ver a su madre regañándolo por no cuidar mejor de Paula. O de su familia. Y entonces ella sonrió. Y supo que, lo mereciera o no, le estaba dando una nueva oportunidad. Una que él pensaba usar para sacar el mayor provecho posible.
—Pedro... Encuentra un armario o una sala vacía —le dijo en voz baja.
No tuvo que decírselo dos veces. Aunque el matrimonio con una mujer tan belicosa fuera un reto, siempre le había gustado esa parte de ella. Paula nunca rechazaba una pelea, pero tampoco se echaba atrás cuando quería eso. Pedro la tomó del brazo para llevarla a la sala donde la había llevado el día que se desmayó. Una vez dentro, ella lo empujó contra la puerta, buscando sus labios antes de que él pudiera decir nada. Claro que no pensaba discutir con un saludo que era mucho mejor que cualquier palabra. Sólo que la puerta no tuviera llave impidió que la tumbase en el sofá. Aquella mujer llevaba nueve años haciéndolo perder la cabeza. Ningún problema entre ellos, por difícil de resolver que fuera, había logrado cambiar eso.
—Me he despedido de Southern Designs.
—¿Por lo que ha pasado esta mañana? —preguntó él.
—Debería haberme dado cuenta de que Adrián estaba interesado en mí— murmuró Paula—. Pero lo he dejado porque era lo que debía hacer. Adrián se ha pasado de la raya y la relación con él sería muy incómoda a partir de ahora.
—¿Y qué piensas hacer?
—Espero que no vayas a ofrecerte a ingresar dinero en mi cuenta otra vez — Paula levantó una ceja.
Pedro se quedó callado un momento, sopesando cuál sería la mejor respuesta. Pero incluso los mejores abogados reconocían la oportunidad para un acuerdo. Ella había hecho una concesión dejando la empresa de Ward y era hora de que él respondiera en especie. Tenerla en su vida era demasiado importante como para volver a meter la pata.
—¿Qué tal si lleno la nevera con cosas que tienten a tu paladar?
—Gracias —su sonrisa fue la mejor recompensa.
Él tomó su cara entre las manos.
—Siento haber hecho una escena en tu oficina.
Él siempre había respetado su trabajo, admirando cómo convertía en bello todo lo que tocaba. Y no había querido hacérselo pasar mal. Más calmado ahora, sinceramente esperaba no haber comprometido su vida profesional. Pero Paula estaba mirándolo muy seria...
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