jueves, 3 de abril de 2025

Recuperarte: Capítulo 32

A mitad de la escalera, Pedro la apretó contra la pared y metió las manos bajo su vestido, sin dejar de besarla. Ella echó la cabeza hacia atrás, suspirando de placer. Acarició sus muslos hasta encontrar el diminuto tanga y un rugido posesivo escapó de su garganta al pensar en ella llevando eso en la fiesta. La apretó contra su pecho, pero aun así no era suficiente para aliviar la presión bajo sus pantalones y, a juzgar por sus urgentes suspiros, tampoco era suficiente para ella. ¿Quién demonios necesitaba irse a la cama? Él apartó el tanga de un tirón, rozando su húmeda cueva. La prueba de su deseo casi fue suficiente para hacerlo perder la cabeza, pero se contuvo. Quería darle placer antes de dejarse llevar por su propio deseo de estar dentro de ella.


—Pedro... —jadeó Paula, enredando una pierna en su cintura—. Esto no es justo...


—¿Qué?


—Prometiste que nos daríamos prisa.


—Ten paciencia —suspiró él, soplando sobre su clavícula para hacer volar el polvo plateado—. Llegaremos enseguida.


Luego metió dos dedos dentro del tanga para buscar su cueva. Metiéndolos, sacándolos. Repitiendo la acción una y otra vez mientras imaginaba cómo sería sentir esa húmeda garra alrededor de algo que no fueran los dedos. Ella jadeaba, sin aliento, y Pedro vió que estaba a punto de llegar al orgasmo. Se apretaba contra él mientras, con una mano, intentaba desabrochar su cinturón. Estaba tan excitado que sintió que empezaba a vibrar... Pero no, era su móvil, enganchado a la presilla del pantalón.


—No hagas caso —murmuró, haciendo círculos con dos dedos sobre el escondido capullo entre los rizos.


—Probablemente será una llamada de tu bufete. El trabajo inmiscuyéndose por enésima vez en nuestras vidas.


—El trabajo puede irse al infierno esta noche —dijo él, entre dientes. 


Seguía sonando, insistente, pero Pedro no dejaba de besarla, acariciando con la lengua el interior de su boca tan profundamente como lo hacía abajo con los dedos. Y el móvil seguía sonando. Paula le mordió el labio inferior. 


—Deberías comprobar quién es.


—No me apetece.


Pero ella inclinó la cabeza para mirar la pantalla y, de repente, se quedó muy quieta.


—Pedro, es tu padrastro. A lo mejor es algo importante...


Aunque le gustaría creer que estaba exagerando, el general nunca lo llamaba a esas horas. Jamás. De modo que tuvo que contestar:


—Dime, Carlos.


—Sabes que nunca te molestaría tan tarde si no fuera importante, pero tu madre te necesita. El avión de Juan Pablo... Lo han derribado en Afganistán.


Las palabras temidas por todas las familias con algún miembro destinado allí.


—Y no saben si hay supervivientes. 


Paula se sujetó al salpicadero, intentando que su cerebro cambiase de marcha tan rápido como lo hacía Pedro en el coche mientras se dirigían a toda prisa a la finca de los Alfonso. No habían tenido que discutir siquiera. Juan Pablo había sido parte de su familia durante nueve años. Pensar en el alegre hermano de Pedro muerto tan lejos de casa... 

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