martes, 29 de abril de 2025

Recuperarte: Capítulo 53

 —¿Pasa algo?


—¿Te das cuenta de que ésta es la primera vez que me pides disculpas?


¿De qué estaba hablando?


—No puede ser. He hecho las paces contigo más veces de las que puedo recordar.


—Sí, me doy cuenta ahora de que lo has intentado muchas veces. Pero debo decirle, abogado, que a veces ayuda escuchar esas sencillas palabras.


—Sí, tienes razón.


Paula necesitaba escuchar esas palabras cuando eran algo más que una simple disculpa, cuando eran un símbolo de amor. Tenía que escucharlas.


—Te quiero, Paula.


Él redactaba alegatos todos los días. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta de que nunca los había hecho sobre lo que más le importaba?


—No sólo porque eres la madre de mis hijos... Camila y los que tengamos o podamos adoptar a partir de este momento. Te quiero porque me vuelves loco y me retas a ser mejor persona... Y Dios sabe que tengo fama en los tribunales por disfrutar de un buen reto.


Pero como también era un hombre de acción, Pedro cimentó esa declaración con otro beso. Paula se apoyó en él, las suaves curvas de su cuerpo aplastándose contra su torso. El deseo de hacer el amor, de sellar aquel compromiso, lo quemaba. Pero eso era algo que pensaba hacer en cuanto volvieran a casa. Ella dió un paso atrás y levantó una pierna para mostrarle sus preciosos zapatos de color rosa. Y el cuerpo de Pedro se tensó con la familiar sacudida del deseo. Con un desafiante golpe de melena, ella lo miró a los ojos con total honestidad y convicción.


—Te quiero, Pedro Alfonso. Adoro tu cuerpo cuando acaricia el mío. Adoro tu mente brillante cuando reta a la mía. Adoro tu alma de chocolate blanco cuando toca la mía. Te quiero, de manera incondicional, para siempre.


Pedro sintió que esa declaración de amor alejaba los últimos vestigios de la vieja pesadilla.


—¿Dónde crees que vamos a partir de ahora?


Paula se mordió los labios.


—Me gustaría que nos tomásemos un tiempo para redescubrirnos el uno al otro.


En lugar de criticarlo porque no había sabido darle suficiente durante todos esos años, su mujer anunciaba su deseo de darle tiempo, todo el tiempo del mundo. Y él estaba tan conmovido que tuvo que bromear.


—Ah, quieres una cita.


—La verdad es que nos saltamos esa parte hace nueve años.


El suyo había sido un viaje rápido al altar. ¿Se habría sentido insegura durante todos esos años? Pues eso era algo que, definitivamente, tenía que solucionar. Porque sabía, sin la menor duda, que se hubiera casado con aquella mujer fascinante estuviera embarazada o no. Pedro pasó los dedos por su cara.


—¿Qué tal si empezamos a hacerlo en cuanto salga de aquí? Tengo una mujer muy especial a la que invitar a cenar. 


Los ojos castaños de Paula brillaron, traviesos.


—Afortunadamente para tí, acabo de comprarme un par de zapatos nuevos para nuestra primera cita. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario