—Pues lo siento. Supongo que, a pesar de la atracción física, no somos capaces de vivir juntos. Nuestros temperamentos son muy diferentes.
Él se inclinó hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas.
—No me resulta fácil recordar cuáles son esas diferencias.
¿Ahora quería hablar de eso? El nunca había querido tocar el tema, diciendo que no había ningún problema entre ellos o que, si los había, se pasarían con el tiempo. Y ocurrió lo mismo con Camila. Pedro se negaba a hablar de la niña mientras para ella seguía siendo una herida abierta. Según él, ella se empeñaba en hablar demasiado y eso no servía de nada. Paula miró el tarro de chocolate blanco. Ocho meses antes, se lo habría tirado a la cabeza, pero ahora sólo quería llorar por lo que habían perdido. Aunque lo encontraba infinitamente deseable, necesitaba hacerse la fuerte para no tocarlo.
—Pedro, no es el momento...
La puerta se abrió entonces y los dos se echaron hacia atrás. Adrián apareció en el despacho y, por una vez, a Paula le molestó su presencia.
—Sólo quería comprobar que habías llegado bien.
—Siento haber llegado tarde —se disculpó ella, tomando el catálogo del suelo—. La reunión con Marcos y Agustina se retrasó un poco, ya lo sabes.
—No pasa nada —dijo Adrián—. Trabajar en la casa del futuro senador es una prioridad.
Pedro se levantó del sofá.
—Gracias por confiar en que mi hermano sea elegido.
—Los Alfonso tienen fama de conseguir lo que quieren, ¿No?
Paula se puso tensa.
—Todo el mundo intenta conseguir lo que quiere.
—Sí, claro. Nosotros también —sonrió Adrián Ward— Southern Designs está a punto de ampliar su negocio.
—¿Ah, sí? —Pedro miró a Paula.
No se lo había contado. Claro que no había habido necesidad durante el proceso de divorcio ya que estaban intentando vivir por separado.
—Southern Designs va a abrir otra tienda en Columbia —siguió Adrián—. Y es mi esperanza que Paula sea la gerente.
Tirado en una tumbona al lado de la piscina, Pedro tomó un sorbo de refresco. Le gustaría tomar algo más fuerte, pero necesitaba tener la cabeza fría para hablar con su ex. Durante todos aquellos años había pensado que Adrián estaba interesado en Paula pero, en lugar de intentar conquistarla, el tipo lo que quería era enviarla a Columbia. Columbia no era el fin del mundo, pero las tres horas de distancia le parecían aún más cuando pensaba en sus planes de ser una presencia constante en la vida de su hijo... Y en la de Paula. Una orquesta tocaba en el cenador, la brisa del mar moviendo el agua de la piscina llena de magnolias y velas flotantes... Su madre y Agustina habían organizado aquella fiesta sin olvidar un solo detalle.
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