jueves, 3 de abril de 2025

Recuperarte: Capítulo 31

Vió una conveniente carretera secundaria en el camino, pero decidió que quería tomarse su tiempo con ella en la intimidad de su casa, en su cama. Casi podía convencerse a sí mismo de que las cosas habían vuelto a la normalidad entre ellos. Pero... ¿Habían sido normales alguna vez? Su vida juntos había empezado a un ritmo frenético. Se casaron tres meses después de conocerse, Paula perdió al niño durante aquella horrible noche en las montañas... Y luego la universidad, los fracasados tratamientos de fertilidad, la adopción... Pedro decidió dejar de recordar porque no servía de mucho. El pasado no tenía nada que ver con el presente. Debía seguir adelante, pensar en aquello con lo que contaban... El niño. Y la pasión que había entre ellos dos que, irónicamente, había aumentado durante el divorcio.  Una vez frente a la casa, quitó las llaves del contacto y se volvió para apartar un mechón de pelo de su cara.


—¿Te he dicho lo preciosa que eres?


—Sí, me lo has dicho.


—Sólo quería comprobarlo.


—Pedro...


—¿Sí?


—Cállate y dame un beso.


—Sí, señora.


Él mordisqueó su mano, su muñeca... Subiendo por el brazo para reclamar sus labios, fuerte, ardiente. La familiar sacudida de deseo que siempre había sentido al menor contacto con su ex marido despertó a la vida entonces. Mientras con una mano le quitaba las horquillas del pelo, con la otra rodeó su cintura, levantándola para apretarla contra él. Las suaves curvas seamoldaban a su cuerpo perfectamente, sus caderas moviéndose con una promesa que Pedro pensaba aceptar sin condiciones.


—Vamos dentro —murmuró, sobre sus labios—. Ya hemos hecho esto en el coche. Vamos a hacerlo en la cama.


—Sí —murmuró ella, agarrándolo por las solapas—. Pero pronto, por favor.


Pedro alargó una mano para abrir la puerta mientras Paula seguía besándolo hasta... El último... Segundo. Y cuando logró salir del coche y abrirle la puerta, se echó en sus brazos. Tropezaron con las piedras del camino en su prisa por llegar a la casa y ella perdió un zapato. Pero cuando iba a darse la vuelta para recuperarlo, Paula lo agarró por la muñeca.


—Ya vendré a buscarlo más tarde.


Si a ella le daban igual sus preciosos zapatos, debía de ir en serio. Pedro la tomó en brazos para llevarla al porche y Paula enredó los brazos en su cuello, besándolo mientras sacaba la llave del bolsillo. Una vez dentro, la dejó suavemente en el suelo y cerró la puerta con el pie, haciendo malabarismos para no pisar a Rocky, que corría haciendo círculos a su alrededor. Mientras iban hacia la escalera, ella consiguió quitarle la chaqueta y tirarla al suelo. Ah, cómo le gustaban sus rápidas y eficientes manos. Y su dispuesta boca moviéndose bajo la suya. Los suaves pechos apretados contra su torso... En aquel momento le gustaba todo de ella.

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