martes, 26 de noviembre de 2024

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 6

 –No tenemos tanto dinero –dijo ella con toda la firmeza de que fue capaz.


–Bueno, pues no podemos ir más lejos, entonces. La cosa está bastante fea. Gracias a lo que ha hecho tu hermano, ahora tendré que darle otro millón de euros a Luca Corretti para que no haga preguntas ni se inquiete por no haber recibido todavía el pago.


Paula se sintió mareada. No había pensado en eso.


–¿Por qué no hablas con él y le explicas lo que ha pasado?


Pedro rió.


–No creo que sea buena idea alimentar los rumores. La gente dirá que me invento historias para no pagar mis deudas.


A Paula le daba vueltas la cabeza. Necesitaba sentarse.


–¿Estás bien?


Ella intentó respirar, la habitación se hizo más pequeña. Alfonso se acercó. Parecía gigantesco. Y era la persona más imponente que había visto jamás. Era demasiado rico, demasiado guapo, demasiado exitoso. Paula tragó saliva.


–Me gustaría poder devolverte tu dinero ahora mismo. Pero no puedo. Sé que mi hermano es inocente, por muy difícil que parezca.


No había podido convencer a Gonzalo de que volviera para enfrentarse a Alfonso y probar su inocencia. Estrujándose los sesos, trató de pensar qué podía hacer para compensar las acciones de su hermano.


–Lo único que puedo hacer es ofrecer mis servicios mientras no está mi hermano. Si me tienes a mí, ¿Aceptarás que estoy dispuesta a hacer todo lo que pueda para probar que Gonzalo no es culpable?


Durante un momento, las palabras de Paula se quedaron flotando en el aire y ella tuvo la esperanza de haber, por fin, logrado que Alfonso se atuviera a razones. Sin embargo, él se enderezó con expresión sombría.


–Debería haber sabido que esa máscara de inocencia no podía ser auténtica –le espetó él con mirada de desdén–. Tengo que admitir que igual lo habrías tenido más fácil si hubieras entrado por la puerta principal vestida de una forma un poco más seductora. Aunque, de todas maneras, tengo que decirte que no eres mi tipo.


Paula trató de comprender a qué se refería. Entonces, se dio cuenta de que había malinterpretado lo que le había dicho. Avergonzada, se sonrojó de humillación y rabia. 


–Sabes que no me refería a eso.


Él arqueó una ceja.


–¿A qué te referías, pues?


Ella hizo una esfuerzo por mantener la calma, a pesar de que todo en ese hombre la sacaba de sus casillas.


–Lo que quería decir es que haré todo lo que esté en mis manos para convencerte de que mi hermano es inocente. 


Pedro se quedó mirando a Paula Chaves, digiriendo sus palabras. «Haré todo lo que esté en mis manos para convencerte de que mi hermano es inocente». ¿Qué clase de propuesta era esa? ¿Y por qué había disfrutado él tanto de provocarle tanta inquietud cuando la había llamado farsante? Primero, ella se le había ofrecido directamente, luego, había fingido que no había sido así. Tenía ganas de reír. Ninguna persona podía ser tan inocente como Paula Chaves pretendía hacerle creer. Tal vez, solo los niños, antes de que crecieran y el entorno los manipulara y retorciera. Entonces, recordó que le había dicho que no era su tipo. Era cierto, sin embargo, no podía ignorar cómo se le aceleraba la sangre delante de ella. Se dijo a sí mismo que sería por rabia. Pero sabía que no era más que puro deseo. Sabía que debería haberse ido hacía un buen rato y haberla dejado en manos de las autoridades. Tenía pruebas suficientes para condenarla, junto a su hermano. Pero también sabía que no tenía por qué ser la única opción. La joven lo miraba con cautela, como si temiera su próximo movimiento. Era una mujer que suscitaba su interés, reconoció él para sus adentros. Era algo que no le había pasado en mucho tiempo. ¿Qué podía perder si no llamaba a la policía? Después de todo, las fuerzas del orden público no eran mejores que el selecto equipo de seguridad que había contratado para seguirle los pasos a Gonzalo Chaves. 

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