martes, 12 de noviembre de 2024

La Princesa: Capítulo 45

Se escapó a la parte trasera de la casa. Respiró profundamente para tratar de recuperar el control. Estaba atardeciendo y el paisaje era sobrecogedor. La música comenzó a sonar y se entremezcló con las risas de los invitados. Paula tenía dos opciones: Desaparecer, esconderse y dejar que la tristeza la invadiera o unirse al grupo, disfrutar de la velada y llevarse un hermoso recuerdo de aquella noche de verano a Marazur. En realidad solo había una elección posible. Rodeó la casa y se dirigió a los antiguos establos, donde ya no había caballos porque se habían convertido en almacén. Subió al piso de arriba y se encontró con la improvisada pista de baile y un pequeño escenario. También había unos bancos, pero casi todo el mundo estaba bailando. Los músicos eran muy buenos. En cuanto acabó la primera canción, Pedro se le acercó.


—¿Bailas?


—¿No tienes obligaciones como anfitrión?


—Por supuesto. Y como anfitrión mi primera obligación es bailar con la chica más guapa de la fiesta.


—Venga ya.


—¿Entonces para qué te has puesto ese traje? Está hecho para bailar. O eso es lo que Gladys ha contado siempre. Es de su tienda, ¿No?


Paula se sorprendió. Solo lo podía haber sabido por medio de la señora Polcyk.


—Además, llevas mirándome toda la noche —añadió Pedro.


—¡Eres imposible!


—Quizás, pero bailo muy bien, señorita Chaves. Y si no quieres bailar, habrá muchas damas que me aceptarán —replicó ofreciéndole la mano y alzando una ceja en señal de desafío.


—De acuerdo. Un baile, si no lo aceptara, quedaría raro, ¿No?


Paula sintió un escalofrío cuando él la agarró con firmeza y se dejó llevar. Sus cuerpos se entendieron a la perfección, era como si llevaran bailando juntos toda la vida. Brody era un excelente bailarín.


—¿Ves como no mentía? —afirmó él tras hacerla girar varias veces. Ella puso cara de enfado—. Señorita Pau, eres adorable cuando haces pucheros. Las pecas resaltan mucho más. 


Aquel comentario fue lo que a Paula le faltaba para darle un pisotón. Pedro la agarró con más fuerza.


—Has tenido suerte de que lleve botas —comentó para chincharla.


Sus ojos albergaban un deseo contenido.


—Llevas dos semanas comportándote de forma arrogante y esta noche no puedes dejar de molestarme. Vete a mostrar tus encantos a otra que sepa apreciarlos.


—¿De verdad quieres que lo haga?


—Sí, creo que sí.


—Vale.


La canción concluyó y Pedro la soltó. Paula de repente sintió frío y deseó no echar tanto de menos el calor de su cuerpo.


—Gracias por el baile, Pau —añadió antes de alejarse. 


Cuando la banda comenzó a tocar un vals cruzó la pista y sacó a Micaela a bailar. 

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