martes, 12 de noviembre de 2024

La Princesa: Capítulo 47

Paula se quedó paralizada al ver a Pedro subir al escenario y agarrar la guitarra que le estaban ofreciendo. Cuando se sentó, la miró y sintió un escalofrío. La miraba tan fijamente que tuvo la sensación de que le estaba leyendo el pensamiento. Comenzó a tocar los primeros acordes de "Let me call you Sweetheart", una canción tranquila y embriagadora. Todo el mundo observaba al anfitrión, quien sin dejar de mirar a Paula comenzó a cantar. «Esto no me puede estar pasando a mí», pensó ella dando un paso atrás. Aquel hombre no podía ser tan perfecto. Un hombre que prefería morir antes que romper su código de honor. Y que encima sabía cantar. Llevaban semanas negando lo que ocurría entre ellos. Paula sabía que debía salir huyendo del establo en vez de estar mirando como una idiota al sexy vaquero. Sin embargo, se dió cuenta de que ya conocía lo suficientemente bien a Pedro como para saber que, si salía corriendo, él la seguiría hasta encontrarla. Se estremeció al pensar en aquella posibilidad. ¿Qué pasaría si la encontraba en el otro establo… En la casa… Junto al estanque? ¿Acaso era eso lo que estaba deseando? ¿Quería que Pedro la encontrara? ¿Qué sucedería entonces? Ya no podían negar por más tiempo los sentimientos que albergaban el uno por el otro. No en una noche como aquélla. Habían sucedido demasiadas cosas y ambos eran conscientes de que se estaban quedando sin tiempo. Entonces ¿Qué era lo que Paula quería de Pedro? ¿Un revolcón rápido en el heno? Pensar en algo más estaba fuera de lugar. Y menos no sería suficiente. Los ojos de él seguían clavados en los suyos a medida que la canción avanzaba. Cada palabra se fue grabando en el corazón de Paula. En solo unas semanas aquel hombre se había convertido en todo para ella. Tenía que detener aquel sentimiento y tenía que hacerlo en aquel momento. Se iba a marchar. Tenía que regresar. Era su obligación y la aceptaba, pero también reconocía lo que estaba sintiendo: Estaba completamente enamorada de Pedro. Aquella voz aterciopelada se estaba colando en su alma. Volver a Marazur. Lejos de él. Lejos de Prairie Rose. Lejos. La voz de él se apagó con el último acorde. Siguieron mirándose, estaban juntos, pero a la vez separados. Entonces entendió las palabras de su madre sobre Miguel. A veces no había elección. Aquel pensamiento le provocó mucho miedo. No podía negar que se sentía vinculada a Prairie Rose, sin embargo no iba a permitir que se le rompiera el corazón. Había visto a su madre sola porque había entregado su corazón a un hombre que no lo había valorado. Ya había habido suficiente dolor. Tenía que marcharse. Salir del baile y preparar las maletas, seguro que Pedro no iría a buscarla. Ya se había entretenido bastante. La banda comenzó a tocar una canción rápida y aprovechó para irse. El cuento de hadas, si es que se podía llamar así, había terminado. Estaba comenzando a bajar las escaleras cuando escuchó su nombre.


—¡Pau! Espera…


Siguió adelante. Necesitaba salir.


—Pau… —insistió Pedro, y la agarró suavemente del brazo. 


Paula cerró los ojos.


—No. Por Dios, Pedro, no —suplicó exhausta.


—Salgamos de aquí —le susurró al oído.


—¿Estás de broma? No puedo… No podemos… Qué dirán…


—Deja de tartamudear. La gente nos está mirando. ¿Es eso lo que quieres? —preguntó. Avanzaron hasta llegar al pasillo. Pedro se detuvo y la miró fijamente—. Ayúdame, señor. Pau, tenemos que hablar y no quiero hacerlo con público, pero descuida que lo haré si no me dejas otra opción.


Ella asintió, se dejó agarrar la mano y permitió que la guiara. Brody se detuvo junto a la orilla del estanque. Los patos estaba en el agua, la música sonaba de fondo así como el alboroto de la gente. 


—Pedro, yo…


—Calla.


Paula lo miró, lívida ante aquel tono tan cortante. Se acababa de quedar sin palabras.


—Yo solo…


—Dios, Pau, ¿Es que nunca me vas a escuchar?


Ella abrió la boca para contestar, pero cuando se quiso dar cuenta, un beso se la estaba tapando. El beso más intenso que se habían dado hasta aquel momento. Lucy no intentó resistirse. No hubiera tenido sentido. Lo deseaba tanto como él a ella. 

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