jueves, 14 de noviembre de 2024

La Princesa: Capítulo 52

Paula llevaba en Marazur varios días, sin embargo los recuerdos de Pedro y de Prairie Rose permanecían intactos. Había llegado agotada física y emocionalmente. Al deshacer las maletas había encontrado una caja con los zapatos de baile dentro. La señora Polcyk los había guardado allí con una nota: «A ella le hubiera gustado que los tuvieras tú». Acariciando los zapatos había llorado desconsoladamente, soltando la angustia que llevaba tanto tiempo conteniendo. Y después había enviado un correo electrónico de despedida a la señora Polcyk pidiéndole disculpas por no haberle dicho adiós en persona. Sabía que la entendería. Los últimos cabos de la operación con Prairie Rose los ató por medio de correos electrónicos impersonales que había enviado a través de la dirección de los establos. El único correo personal que había recibido había sido la contestación de la señora Polcyk junto con una foto en la que estaba con Pedro sonriente la noche de la fiesta. Había impreso y enmarcado la foto. En una esquina del marco había prendido la rosa silvestre que él le había regalado en Walter's Butte. Estaba colgada junto a su cama. Acarició el sombrero de Pedro en la fotografía. Lo echaba tanto de menos… Llamaron a la puerta y se sorprendió al ver a su padre asomarse.


—¿Tienes un momento, Paula?


—Claro, pasa.


—Lo quieres, ¿Verdad? —preguntó al verla con la fotografía en la mano. 


La pregunta era tan sencilla y fácil de responder que Paula no pudo contener una lágrima.


—Sí —murmuró—. Lo quiero.


—¡Oh, hija mía! —dijo él con suavidad. 


Caminó hacia ella y la abrazó. Era un hombre fuerte y Paula apoyó la cabeza en su hombro sin dejar de llorar. Después de unos minutos se separó, avergonzada por haber reaccionado de aquel modo. Se sorprendió porque él parecía comprenderla.


—Me preguntaba si nunca te ibas a dar cuenta del parecido —le dijo Miguel apretándole la mano—. Ven, vamos a sentarnos. Así podrás hablarme del hombre que te ha roto el corazón.



Se sentaron en el borde de la cama. Paula no sabía por dónde empezar. Era todo tan nuevo.


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