jueves, 21 de noviembre de 2024

Prisionera De Tu Amor: Capítulo 1

Paula Chaves nunca se había considerado capaz de cometer un delito, pero allí estaba, en el perímetro de una propiedad privada, entre las sombras de la noche, a punto de entrar y robar algo que no le pertenecía. Con una mueca, sujetó en la mano la llave de su hermano para entrar en las oficinas del criadero de caballos de carreras Luc Barbier. Solo de pensar en el dueño de los establos, un escalofrío de aprensión la recorrió. Estaba apostada bajo la frondosa rama de un árbol, al borde del jardín que conducía a la puerta principal del edificio. Había dejado su viejo coche a unas manzanas de allí y había trepado por un muro para entrar. Su propia casa familiar no estaba lejos, por eso, conocía muy bien la zona. Había jugado en aquellos establos de niña, cuando habían pertenecido a otra persona. Sin embargo, todo le resultaba extraño y amenazante, más cuando el ulular de un búho la sobresaltó desde un árbol cercano. 


Se obligó a respirar hondo para calmarse y maldijo de nuevo a su impulsivo hermano por haberse ido de aquella manera. Aunque la verdad era que no podía culpar a Gonzalo por no haber estado a la altura de Pedro Alfonso, el hosco y misterioso francés millonario que lideraba el mundo de los caballos de pura raza. Su atractivo aspecto moreno había despertado rumores sobre su procedencia. Algunos decían que había sido abandonado por unos gitanos y que había vivido en las calles, antes de haberse convertido en una especie de leyenda en el mundo de las carreras por su habilidad para domar a los pura sangre más difíciles. Había progresado en muy poco tiempo y poseía uno de los más prestigiosos criaderos de París, además de aquella enorme granja en Irlanda, donde habían sido entrenados los mejores caballos de carreras, bajo su estricta supervisión. La gente decía que su talento era una especie de brujería proveniente de sus misteriosos antepasados. Otros rumores aseguraban que no había sido más que un pequeño delincuente que había salido de las calles gracias a su tesón y a su intuición para los negocios. El misterio de sus orígenes era un aderezo más para la expectación que despertaba pues, además de los caballos, había invertido en múltiples áreas de negocio y había quintuplicado su fortuna en pocos años. En la actualidad, era uno de los empresarios más ricos del país. Desde que Alfonso lo había contratado como capataz del criadero, hacía un par de años, Gonzalo, hermano de Paula, no había dejado de hablar de aquel tipo con una mezcla de admiración y respeto.


Paula solo lo había viso una o dos veces de lejos en algún mercado de caballos de elite en Irlanda, donde solían participar los más importantes nombres del mundo de las carreras, jeques, la realeza y los más ricos del planeta. Alfonso había destacado entre todos, por su altura y por su aspecto. Su cabello negro, espeso e indomable, largo hasta el cuello de la camisa. Su rostro fuerte y moreno con expresión seria y ojos ocultos tras gafas de sol. Con los brazos musculosos cruzados sobre un ancho pecho, había observado con atención el desfile de animales. Más que un comprador, había parecido una imponente estrella de cine. A diferencia del resto de participantes, él no había llevado guardaespaldas a la vista. Aunque su aire amenazante dejaba claro que era muy capaz de protegerse solo. La única razón por la que estaba allí esa noche, a punto de entrar en una propiedad privada por su hermano, era porque Gonzalo le había asegurado que Pedro Alfonso estaba en Francia. No tenía ganas de encontrarse frente a frente con él, por supuesto. Las pocas veces que lo había visto, había experimentado una extraña sensación en el vientre, una inesperada excitación que no era apropiado sentir por un desconocido. Respiró hondo otra vez y dió un paso hacia delante. El ladrido de un perro la hizo detenerse. Contuvo la respiración y, cuando el perro paró, continuó caminando hacia la puerta. Pasó bajo el arco que conducía al patio, donde estaban las oficinas del equipo administrativo. 

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