jueves, 27 de junio de 2024

Secreto: Capítulo 6

Por primera vez en seis años, Pedro llevaba una mujer a casa. Le parecía muy irónico que la mujer en cuestión hubiera sido la novia de otro y que estuviera dormida en el asiento delantero de su camión, con el vestido de raso rodeándola como una nube. Unos minutos después de que hubieran salido del estacionamiento de Leisure Pointe, sin el menor escrúpulo o pensamiento serio de lo que estaba haciendo, ella se tumbó, apoyó la cabeza en las piernas de él y se quedó dormida instantáneamente. Estaba claro que el día tan largo que había tenido, además de los amarettos, había acabado con ella. El que ella hubiera confiado así en él lo tenía incómodo. Después de todo él era un perfecto extraño. Aunque él nunca se hubiera aprovechado de una mujer, estaba seguro de que si Paula Chaves hubiera estado sobria y pensando con claridad, nunca se habría ido con él de aquella manera. Pero teniendo en cuenta la forma en que había decidido ahogar sus penas no había tenido muchas más opciones y, como Cristian sabía, Paula estaba más segura con él que con Guido, o en el motel de la ciudad. El camino hasta su casa se le hizo muy largo. Intentaba no pensar en la mujer que tenía la mejilla apoyada en su muslo, pero descubrió que no podía pensar en ninguna otra cosa. La mano de ella estaba sobre la rodilla de él y cada vez que respiraba, notaba su aliento cálido a través de la espesa tela de los vaqueros. Y además estaba aquel cabello extendido por su regazo. Incapaz de resistir la tentación tocó una de aquellas mechas doradas, sin sorprenderse ante su tacto de seda. El impulso de hundir sus dedos en aquella cabellera era fuerte, pero no se atrevió a tomarse aquella libertad. Por fin llegó a su casa y aparcó frente al porche delantero. No quería molestarla, pero sabía que ella estaría mucho más cómoda en una cama, así que la tocó suavemente uno de sus hombros desnudos.


—¿Paula? —dijo en voz baja para no asustarla—. Vamos, tienes que levantarte.


Murmurando algo acerca de príncipes en su sueño, ella apretó la mejilla contra su muslo, se acercó más a él y suspiró. Él apretó los dientes al ver cómo respondía su cuerpo, recordándole que hacía demasiado tiempo que no estaba con una mujer. Más decidido a despertar a aquella bella durmiente, la sacudió por el hombro.


—Despierta, Paula.


Gimiendo, abrió los ojos y se sentó. Lo miró y luego miró la casa oscura que tenía enfrente.


—¿Dónde estamos?


—Estamos en casa —dijo él abriendo la puerta del coche y tomando la maleta de ella.


Le ofreció la mano para que bajase, pero ella no se movió. Sacudió la cabeza con expresión desolada.


—Yo ya no tengo casa —susurró.


Seguro que estaba bromeando o en un estado de desajuste emocional. Aunque no se hubiera casado con su prometido ella tenía que vivir en alguna parte, tener amigos y familia que pudieran echarla de menos, y una vida a la que ella tendría que volver pronto.


—Como no te acuerdas de nadie a quien podamos llamar para que venga a recogerte, puedes quedarte aquí esta noche. Mañana por la mañana lo solucionaremos todo cuando te encuentres mejor —de pronto tuvo la sensación de que ella podía tener sus reparos a quedarse en su casa con él—. ¿Te parece bien?


Ella asintió y le tendió la mano para que la ayudase a bajar. Se tambaleó un poco al pisar el suelo con los zapatos de tacón y él la sujetó por la cintura y la llevó hacia el porche. La ayudó a entrar en la casa, agradecido porque Camila se había quedado a dormir en casa de su hermana y su hermano había encontrado otro acomodo para la noche. Pero ambos volverían por la mañana temprano y tendría que explicarles qué hacía allí la invitada. Con suerte se habría ido antes de que el sol estuviera muy alto en el horizonte. Encendió la luz de la sala para poder guiarla por las escaleras. Antes de llegar al piso de arriba iba pensando dónde ponerla. Tras algunas dudas eligió la opción más lógica: La pondría en su dormitorio, que tenía cuarto de baño, por si su estómago se rebelaba durante la noche, y él dormiría en el cuarto de Camila. 

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