Mientras se aproximaba a la cocina, Pedro oyó una carcajada.
—Alicia, tengo que hablar contigo —dijo al entrar, con más brusquedad de la que pretendía.
—Tengo prisa —dijo ella, sacando un pañuelo para la cabeza del bolsillo—. Debería haberme ido hace media hora.
—Sólo será un minuto. Quería pedirte que tengas más cuidado cuando pases la aspiradora.
Alicia pareció indignarse.
—Lo hago lo mejor que puedo. Los perros no deberían entrar en la biblioteca ni en el salón. La señora no lo permite cuando está en casa. Aunque si tuviera uno de esos aparatos nuevos...
—¡No estoy hablando de los pelos de perro, maldita sea!
Tres pares de ojos lo miraron fijamente. Unos, con una mirada entornada y desaprobatoria; otros, muy abiertos, y otros, enmarcados por unas cejas ligeramente arqueadas. Ignoró las otras dos miradas y se concentró en Alicia.
—Sé que trabajas muy duro limpiando la suciedad que dejan los animales de Bianca, pero ése no es el problema —hizo una pausa, en la que tuvo la extraña impresión de que las tres mujeres contenían la respiración—.Todo lo contrario. En tu esfuerzo por hacer bien tu trabajo, has debido de desenchufar el teléfono de la biblioteca. Por eso no hemos podido hacer ni recibir llamadas durante toda la mañana.
Alicia frunció el ceño.
—Pero yo no he...
Por el rabillo del ojo Pedro captó un movimiento, pero cuando se giró para mirar a Paula, ésta sólo estaba apartándose el pelo tras la oreja. Lo miró interrogativamente, pero él no quiso responder a la pregunta tácita y sevolvió hacia Alicia.
—Lo siento, señor Pedro —dijo ella, con una docilidad poco habitual—. Tendré más cuidado de ahora en adelante.
—¡No! —gritó Valentina, levantándose con tanto ímpetu que casi volcó la silla—. ¡No! No le eches la culpa a Alicia —espetó, mirándolo furiosa—. He sido yo —declaró, como una adolescente rebelde más que como una niña de seis años—. Yo lo he hecho.
¿Valentina? ¿Y lo había hecho deliberadamente? Pedro volvió a mirar a Paula y entonces se dió cuenta de que ella ya lo sabía, pues lo estaba mirando con ojos suplicantes, rogándole en silencio que fuera amable y comprensivo... Algo de lo que Alicia era incapaz, al haber asumido la culpa en defensa de la niña.
—¿Qué has hecho Valentina?
—Yo desenchufé el teléfono.
—¿En la biblioteca?
—En la biblioteca, en el despacho, en la cocina... —enumeró la niña, desafiante.
Pedro se acercó al teléfono de la cocina y siguió el cable hasta un enchufe escondido tras un sofá. La clavija estaba en el suelo. Sin molestarse en preguntarle a Valentina cómo sabía hacer eso, pues sin duda lo había aprendido de su madre cada vez que ésta desconectaba el teléfono cuando no quería recibir llamadas, volvió a enchufarlo y se levantó. La niña podía ser un pequeño demonio, pero al menos no quería que nadie asumiera la culpa por ella. Él sabía exactamente por qué había desconectado los teléfonos. No quería que Paula ni él hablaran con Brenda ni con la tía Dora y se la llevaran a otra parte. Quería quedarse allí.
—Gracias por ser tan sincera. Has sido muy valiente —le dijo a la niña. y se volvió hacia Alicia—. Y tú eres mucho más amable de lo que se merece. Deja una nota sobre ese aparato en mi mesa y veré lo que puedo hacer.
En ese momento llamaron a la puerta trasera.
—Es el mecánico que viene a ver tu coche —le dijo Pedro a Paula, agradeciendo la distracción—. ¿Puedes llamar a tu agencia mientras hablo con él? —le preguntó sin ocultar su enfado. Ella era una mujer adulta y no se merecía los miramientos de Valentina—. Deben de estar muy preocupados por no tener noticias tuyas. ¿O también era mentira que has perdido el móvil?
No esperó su respuesta, porque no le interesaba en absoluto. Paula le había mentido. Lo había mirado con sus grandes ojos grises y le había sostenido el teléfono para que él mismo comprobara que no había línea, pero sabiendo todo el tiempo lo que Valentina había hecho. Mientras Pedro salía de la cocina, oyó que el teléfono empezaba a sonar. Pero en vez de sonar como una señal de alivio, pareció un toque de difuntos.
—Buenos días, doctor Alfonso —lo saludó el mecánico, que ya había cargado el coche de Paula en la grúa y se estaba limpiando las manos con un trapo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario