martes, 25 de junio de 2024

Secreto: Capítulo 4

Y olvidarse de aquel ángel complicado de ojos azules que parecía estar tan sola y tan perdida y que era tan vulnerable… Y también un escándalo a punto de producirse. Lo que menos necesitaba era que hubiera especulaciones acerca de su vida privada y aquella mujer misteriosa seguro que las proporcionaría.


—¿Crees que cuando me despierte mañana todo esto será solo un mal sueño?


—Si no te tomas el café mañana tendrás una resaca espantosa —era lo único cierto que podía decirle.


—Estoy bien —dijo ella tomando la taza con ambas manos.


—Aja —le dió la razón aunque sabía que si ella intentaba ponerse de pie se caería redonda—. ¿Cómo te llamas? —preguntó pensando que lo mejor era empezar con una pregunta sencilla y luego ir haciendo otras más difíciles según se le fuera aclarando a ella la mente.


—Paula Fernandez… —hizo un gesto de extrañeza al pensar en el nombre, luego sacudió la cabeza—. No, nunca dijimos «Sí, quiero», así que supongo que soy solo Paula Chaves.


Solo Paula Chaves. Seguro que había una historia detrás de aquello, una historia en la que Pedro no se quería ver envuelto. Miró a su mano izquierda. La ausencia de anillo respaldaba su afirmación de que el matrimonio no había tenido lugar.


—¿Cómo te llamas?


—Pedro —contestó él decidido a dejar las cosas entre ellos solo en base al nombre de pila.


—Pedro —repitió ella con voz ronca—. Es un nombre bonito, fuerte y respetable. ¿Tú eres respetable?


Él estuvo a punto de reírse pero se contuvo. Decidido a terminar cuanto antes con su tarea de caballero andante, preguntó:


—Paula, ¿Hay alguien a quien podamos llamar para que venga a buscarte? —ella no tuvo que pensar mucho antes de responder.


—No. 


—¿No tienes familia? —a Pedro le resultaba difícil de creer. Recordó que ella había dicho que su madre había muerto—. ¿Tu padre u otros familiares?


—No —susurró con voz dolida—. Nadie.


—¿Y tu prometido? ¿Podemos llamarlo?


Ella hizo una mueca ante la mención del hombre que tendría que haberse convertido en su marido. Él captó una oleada de pesar, remordimiento e inseguridad en su mirada antes de que ella bajase los ojos.


—No, él ya no me querrá después de la forma en que lo he humillado a él y a su familia. Nunca podré volver.


Pedro sintió que le invadía una oleada de simpatía y trató de luchar contra ella. No quería que le importase aquella mujer ni su situación, ni por qué pensaba ella que había sido una decepción para el hombre con quien se había comprometido para casarse. ¿Qué podía hacer? Miró hacia la barra donde se encontró con la mirada interrogante de Cristian. Aparte de saber que se llamaba Paula Chaves y que al parecer estaba más sola que él, no tenía mucha más información que antes de sentarse allí. Bueno, él había cumplido con su tarea. Ya era cosa de Cristian pensar qué iba a hacer con la novia solitaria aquella noche. Empezó a levantarse del asiento, pero ella lo tomó por el brazo. La sensación fue tan fuerte que maldijo entre dientes, ¿Tanto tiempo llevaba sin una mujer que una extraña le podía hacer arder con un mero roce? Ella lo había detenido para sentirse segura, aquello estaba claro. Recordó que él ya había acabado su etapa de salvador de mujeres e inclinó la cabeza en señal de interrogación.


—¿Me vas a dejar? —su voz tenía un tono de pánico como si acabara de darse cuenta de que estaba en una ciudad extraña, en un bar ruidoso lleno de hombres ávidos de ocupar el sitio que él estaba a punto de dejar libre.


—Tengo que ir a hablar con Cristian. Nadie te molestará —prometió, sintiéndose protector hacia aquella mujer a la que acababa de conocer. No era una buena señal. Quiso decirse  que era el mismo tipo de sentimiento paternal que experimentaba con su hija, pero no tenía nada que ver. La respuesta hacia Paula era completamente masculina y demasiado amenazadora para la vida segura y estable que había conseguido construir para él y Camila en los últimos seis años—. Termínate el café, ¿Vale?


—¿Vas a volver? —él quería decir que no, pero la forma en que la damisela en apuros lo miraba le hizo sentir cosas que hacía años que no sentía.


—Sí, volveré.


Aunque solo fuera para ayudarla a encontrar un taxi o asegurarse de que pasaba la noche en algún lugar seguro, se dijo a sí mismo. 

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