jueves, 6 de junio de 2024

Inesperado Amor: Capítulo 33

¿Tan desesperada estaba por quedarse?


—¿Y bien? —preguntó Pedro.


Paula se dió la vuelta bruscamente al oírlo tan cerca, y a punto estuvo de chocarse con él al intentar impedir que viera lo que había hecho Valentina. Por un momento la habitación giró en tomo a ella y extendió una mano para evitar la caída. Pedro la sujetó por los hombros. Su rostro no reflejaba frialdad ni enfado, sólo preocupación.


—¿Te has mareado?


No... Sí... No era el tipo de mareo que él pensaba...


—Estoy bien —dijo, casi sin aliento—. No como el teléfono.


Por muy enfadada que estuviera, su instinto de protección le impedía contarle lo que había hecho Valentina. Con ello sólo conseguiría empeorar las cosas. Lo único que tenía que hacer era esperar hasta que Pedro se alejara, y entonces volver a enchufar el teléfono y hacerle creer que habían reparado las líneas.


—¿Sigue sin haber línea? —preguntó él.


«Díselo», la apremió una vocecita interior, pero Paula la ignoró.


—Eh... sí —dijo, cruzando mentalmente los dedos mientras sostenía el auricular para que él pudiera comprobarlo por sí mismo—. Nada.


Técnicamente era cierto, pero ocultar parte de la verdad era una forma de mentir. Pedro le quitó el auricular y lo colgó, sin molestarse en comprobarlo. Obviamente, había aprendido la lección desde la última vez.


—Será mejor que vuelva a mirarte ese bulto —dijo.


Sin esperar a que le diera permiso, le separó los cabellos con una delicadeza exquisita. Ella se inclinó hacia atrás, lo suficiente para demostrarle que podía hacerlo sin caerse, pero no lo bastante como para romper el contacto.


—¿De verdad eres médico? —le preguntó.


Finalmente consiguió la sonrisa que había estado esperando. Esas arrugas alrededor de los ojos que tan atractivas resultaban en un hombre. Esos pliegues tan sensuales alrededor de la boca...


—La medicina es la tradición de mi familia. Mi bisabuelo era el médico local.


—¿En serio? El pueblo no parece lo bastante grande como para tener su propio consultorio.


—Lo hubo, cuando la agricultura dependía de los hombres más que de las máquinas. Cerró hace diez años, cuando mi primo se marchó a una consulta mayor en Bristol.


—Bien por él, pero ¿Qué hacen ahora entonces los lugareños?


—Tienen que recorrer los veinte kilómetros hasta el pueblo más cercano.


—No debe de ser muy agradable para alguien mayor o con un niño enfermo —observó ella.


—Deberían intentar vivir en un lugar donde tengas que caminar una semana... —empezó a decir, pero se calló de repente.


De modo que cuando desaparecía durante meses o años, estaba trabajando en el extranjero. ¿En África, tal vez? Caminar durante una semana hasta la clínica más cercana sonaba al África salvaje. No lo presionó para que le diera más detalles, pero se guardó la información para examinarla más tarde.


—Así que tu bisabuelo era el médico del pueblo... —dijo—. ¿Y tu abuelo?


—¿Qué? —espetó él a la defensiva, con una expresión tan severa que Paula se asustó.


—Has dicho que la medicina era una tradición familiar—le recordó.


Por un momento pensó que iba a mandarla al infierno.


—Es un especialista del corazón —respondió él secamente.


—¿Es?


—Aún se sigue interesando por su especialidad. Mi padre es oncólogo, y mi madre, pediatra. ¿Hay algo más que quieras saber?


Parecía vagamente sorprendido por haber dicho tanto, pensó Jacqui. Como si no estuviera acostumbrado a hablar de sí mismo o de su familia y no supiera por qué lo había hecho ahora.


—Como puedes ver —añadió—, todos son gente muy ocupada. 


Como Brenda Alfonso, que también anteponía su carrera a la familia.


—¿Y tú? —le preguntó ella.


—Volveré a comprobar tu visión —le tomó la barbilla con la mano antes de que pudiera protestar y la obligó a mantener quieta la cabeza mientras movía un dedo delante de sus ojos—. Soy un médico que está satisfecho de que no hayas sufrido un daño grave en esta ocasión —respondió finalmente, si soltarle la barbilla—, pero que si le pides consejo, te sugerirá que tengas más cuidado la próxima vez que te arrastres bajo los muebles.

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