—Tal vez, si las cosas hubieran sido diferentes. Pero había estado alejado de ella tanto tiempo que me había olvidado. Me trataba como a un desconocido.
—No te había olvidado, Pedro. Pensaba que la habías abandonado y te castigaba por ello.
Él consiguió esbozar una pequeña sonrisa.
—Eso son sólo elucubraciones, Paula.
—Posiblemente. Pero tienes que preguntarle una cosa. Si de verdad te olvidó, ¿Por qué me dijo que quería ser médico cuando fuera mayor?
A Pedro le dió un vuelco el corazón.
— ¿Cuándo? ¿Cuándo te ha dicho eso?
—De camino aquí. Le pregunté si iba a ser modelo como su madre, y declaró que iba a ser médico como...
— ¿Como quién?
—No acabó la frase. ¿Has notado cómo hace eso? Te dice las cosas a medias. Ahora me doy cuenta de que estuvo a punto de decirme en una ocasión que su abuela no se encontraba aquí. Con Valentina hay que formular la pregunta exacta.
—Lo supo por Bianca, quien obviamente sabía que su madre no estaba aquí.
— ¿Has hablado con ella?
—La llamé antes. Ella también dijo algo extraño. Dijo que no estaba previsto que tú te quedaras. Pareció irritarse bastante por tu dedicación al trabajo.
— ¿En serio? —preguntó Paula, sonriendo—. ¿Por qué será? Vamos a ver... ¿Podría ser porque quisiera darte una oportunidad para volver a acercarte a Valentina? ¿Para restablecer la relación que una vez tuvieron?
— ¿Estás insinuando que Bianca se ha hartado de jugar a ser madre y quiere desprenderse de Valentina para poder dedicarse a su amante?
—Tú eres quien la conoce, no yo. ¿De verdad es tan superficial? — esperó, pero no obtuvo respuesta—. De una cosa estoy segura, Pedro. Valentina quiere quedarse aquí contigo. Y tal vez Bianca sepa eso también — puso una mano sobre la suya—. Puede que, a pesar de las apariencias, tu prima sea algo más que guapa.
Él la miró y sacudió la cabeza, como si fuera incapaz de hablar.
— ¿Qué? —lo apremió ella.
—Me pregunto cómo has llegado a ser tan sabia.
—Ojala lo fuera —agarró la cadena de su muñeca y la apretó contra el corazón.
—Háblame de él.
— ¿De él?
— ¿No hay un él?
Ella negó con la cabeza, y fue entonces cuando Pedro comprendió realmente lo indefenso que estaba. Porque quizá con el tiempo pudiera ayudarla a vencer el recuerdo de un hombre, pero ¿Cómo competir con una mujer?
—Lo prometí, ¿No? —dijo ella en tono arrepentido.
—Sí, y seguro que nunca has roto una promesa en tu vida.
—Sólo una vez. Le prometí a Emma que nunca la dejaría, pero al final no me quedó más remedio —se desabrochó la pulsera y la sostuvo en alto—. Encargué que le hicieran esto para su cumpleaños, el mes pasado. Quería que supiera que si estaba dispuesta a perdonarme, podíamos seguir adelante —dejó la pulsera sobre su palma y cerró la mano—. Su familia me la envió de vuelta.
— ¿Su familia?
Ella lo miró extrañada, y él comprendió de repente que Emma no era una amante, sino una niña.
— ¿Cuánto tiempo fuiste su niñera? —le preguntó rápidamente, antes de que ella imaginara lo que había estado pensando.
—Años. Demasiado tiempo, quizá. Me preguntaste por qué dejé la Universidad. Lo hice por Emma. Creo que eres la única persona que conozco que puede entender por qué.
—Tomaré eso como un cumplido.
—Lo ha sido —dijo ella, y se dio la vuelta, como si le doliera demasiado continuar. Se dispuso a agarrar la taza de café, pero él la detuvo.
—Déjalo. Está frío —se levantó e hizo que ella también se levantara—. Prepararé un poco. ¿O vas a soltarme otro sermón sobre lo malo que es beber café por la noche?
—Ya tengo bastante con contarte la historia de mi vida —dijo ella con una tímida sonrisa.
—En ese caso, añadiré algo para aliviar el dolor —respondió él. Agarró una botella del aparador y se la tendió a Paula para que él pudiera abrir la puerta.
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