martes, 31 de enero de 2023

Desafío: Capítulo 15

Pedro no sabía cómo había pasado, pero se encontró bajo el ataque de dos mujeres. Consiguió soltar a Catalina y se lanzó hacia Paula, que acabó sobre sus rodillas… Fue entonces cuando Federico y Romina entraron en la habitación. Paula se incorporó de inmediato, avergonzada por un comportamiento tan poco profesional.


—Lo siento, estábamos…


—No, no, sigan… Ya veo que la rehabilitación va muy bien — rió Federico.


—Catalina, no sabíamos dónde estabas —sonrió Romina.


—Es que he venido a traerle un dibujo al tío Pedro —contestó la niña.


—La próxima vez dímelo, ¿De acuerdo?


—Sí. ¿Estoy castigada?


—No, tonta.


—¿Quieren tomar un café? —preguntó Paula.


—No, gracias —contestó la cuñada de Pedro—. No puedo tomar café. Vamos, Cata, tenemos que irnos al colegio.


La niña tomó su mano y se despidió de su tío tirándole unbeso. Cuando se fueron, Paula soltó una risita.


—Parece que te llevas muy bien con tu sobrina.


—Más que bien. Además, tenemos un secreto.


—¿Ah, sí?


Cuando iba a salir de la habitación, Pedro tiró de su mano para sentarla en la cama.


—Seguro que te gustaría saber el secreto, ¿A que sí?


La presión del cuerpo del hombre sobre el suyo era demasiado… Excitante.


—Suéltame, anda.


—De eso nada. Me gusta llevar ventaja.


—Suéltame —insistió Paula.


Pedro se inclinó un poco más.


—¿No sientes curiosidad?


Ella se dió cuenta de que la pregunta no tenía nada que ver con el secreto. E incapaz de disimular, asintió con la cabeza. Pedro se inclinó un poco más y rozó sus labios. Debería resistirse, pensaba Paula, que sólo pudo emitir un suave gemido. Y, por fin, sintió los labios de él sobre los suyos, suaves, tentativos al principio. Entonces, de repente, él la obligó a abrirlos con la lengua. Con un gemido ronco, aplastó su boca contra la boca femenina mientras ella, instintivamente, se apretaba contra su torso.


—Paula —murmuró Pedro, sin dejar de besarla.


El deseo era tan profundo que Paula no podía pensar en nada que no fuera aquel hombre. Pero, de repente, oyeron un ruido. El teléfono. Suspirando, Pedro alargó una mano.


—Dígame —murmuró con voz ronca.

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