martes, 19 de abril de 2022

Secreto: Capítulo 48

 —Pocas palabras, menos riesgo de cometer faltas de ortografía.


—Me ha parecido muy valiente por tu parte —dijo ella, sabiendo lo que debía de haberle costado repetir una acción que le suponía tantos recuerdos tristes.


Él negó con la cabeza.


—No debería haberla dejado tan tarde. Debería habértelo dicho antes de que te marcharas.


Él la tomó de las manos. A Paula se le encendió el cuerpo entero.


—Tal vez yo debería haberte dicho que no quería marcharme.


Pedro sonrió.


—¿De verdad?


—Ya lo creo. Dejar Jabiru Creek ha sido lo más duro que he hecho en la vida.


—Me preocupaba tanto que te sintieras atrapada allí… Después de lo que ocurrió con mi madre, y con Lara, no quería fallarte a tí también —dijo él, y le apretó las manos suavemente—. Pero me has enseñado algo muy importante: a dejar los fracasos del pasado en el pasado.


Clavó la vista en sus manos, mientras las acariciaba.


—Me engañaba a mí mismo cuando dije que los mellizos se las arreglarían sin tí —confesó, sonriendo tímidamente—. Lo hemos intentado. Hemos jugado a las marionetas, leído cuentos y encendido hogueras junto al río. Pero nada de eso es divertido sin tí.


A Paula le invadió un enorme alivio.


—Y yo te he echado tanto de menos… —añadió él, acariciándole la mejilla con un dedo.


Ella se estremeció de felicidad.


Pedro sonrió, y luego se puso serio de nuevo.


—Tenemos que hablar de ese empleo tuyo. Sé lo mucho que tu carrera significa para tí, y…


Paula le interrumpió negando con la cabeza.


—El empleo es sólo eso, un trabajo. Cuando lo solicité, había al menos otros sesenta candidatos. Cualquiera de ellos puede quedárselo —dijo ella, sonriendo ampliamente—. Soy una chica de campo de Vermont, recuerda. Me encanta tu outback y, aún mejor, crecí en una familia formada de la mezcla de otras anteriores, ¿Recuerdas?


—Lo había olvidado.


—El único empleo que deseo es el que he dejado atrás en Jabiru.


Pedro rió, y le dió el beso más dulce, experto y apasionado de su vida. 


—Aún hay algo muy importante que no te he dicho —comentó él, terminado el beso, tomándola de las manos de nuevo—. Ahora, gracias a tí, puedo estudiar, adquirir habilidades nuevas y cambiar de trabajo.


—¿Y por qué ibas a querer cambiar de trabajo?


—Lo haría si tú me lo pidieras —respondió él, besándole las manos—. Si quieres vivir en Nueva York, puedo formarme para ser bombero, o lo que sea.


—Un bombero de Nueva York, qué opción tan interesante…


Paula supo entonces que todo iría bien entre ellos. Verlo tan dispuesto a abandonar la seguridad de su rancho por ella, era una señal de amor mucho más auténtica que las palabras.


—Te amo tal cual eres —le aseguró—. Pero me siento muy honrada de que estuvieras dispuesto a cambiar de vida por mí.


—Quiero que estemos juntos mucho tiempo.


—En eso sí que coincidimos —dijo ella con una sonrisa, y lo besó suavemente— . Soy una chica de gustos sencillos. Esto es lo que me hace feliz.


Esa vez, el beso fue aún más espectacular que el anterior. Al terminar, Pedro la subió en brazos y silbó sorprendido.


—Lo sé, peso mucho. Lo siento —se disculpó ella.


Él rió.


—No es eso. Acabo de ver tus preciosos zapatos nuevos —dijo, y le susurró al oído—. Aunque me encantas con deportivas. Tal vez te pida que las lleves en nuestra boda. ¿Qué me dices?


Paula sonrió, flotando de felicidad.


—Si nos casamos en tu hermoso desfiladero, tal vez las necesite.


—Me parece un buen plan —afirmó él, sonriendo.


—Un plan perfecto —secundó ella. 







FIN

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