martes, 26 de abril de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 6

 —Probablemente sea un hombre al que no le gusta comer solo — decidió volviendo a la cocina.


Los tres turistas tenían intención de salir a andar el domingo. Volverían a la hora del té y luego deseaban una cena ligera. Dijeron que querían partir temprano, lo cual le dejaría a Paula casi todo el día para hacer lo que le apeteciese. No era necesario que se quedase en la casa, porque no tenía intención de alquilar la tercera habitación si alguien llamaba. Iría a la iglesia y luego pasaría una tarde tranquila con el periódico del domingo. Le gustaba ir a la iglesia, encontrarse con amigos y conocidos y conversar un rato, a la vez que asegurar a quien preguntase por su madre que esta volvería pronto y que ella se encontraba perfectamente, ya que muchos consideraban que no tendría que haberse quedado sola. Eso era algo que habían hablado bastante las dos, hasta que un día su madre se echó a llorar diciendo que no podría irse a Canadá. Paula le dijo entonces que prefería estar sola, y por fin su madre se había marchado. Le escribía todas las semanas diciéndole lo que sucedía en tono alegre y bastante optimista. Su madre ya llevaba un mes fuera y todavía no daba señales de volver. Esperaba que mencionase el asunto en su siguiente carta, aunque nunca admitiría que no le gustaba estar sola. La realidad era que por las noches tenía miedo, a pesar de que la casa estaba cerrada a cal y canto. Al salir de la iglesia se despidió del párroco y aseguró a este que su madre regresaría pronto.


—Además, tengo tanto que hacer, que ni me doy cuenta de que estoy sola —añadió—. Entre el jardín, la huerta y los huéspedes, estoy ocupadísima.


—Espero que sean gente buena, cariño —dijo el vicario, con la cabeza en otra cosa.


Pocas veces tenía huéspedes nuevos los lunes, así que ese día aprovechó para limpiar la casa, cambiar las sábanas y revisar la nevera. Se hizo un sándwich y fue a comerlo al huerto. Era un día agradable, con una fresca brisa, ideal para trabajar en el jardín. Se fue a la cama pronto, cansada de quitar malezas, aporcar y regar. Antes de dormirse, pensó en el doctor Alfonso. Sentía que era como un viejo amigo, pero no sabía nada de él. Vestía bien y conducía un Rolls Royce. Tenía familia en algún sitio más allá de Glastonbury. Se dió la vuelta en la cama y cerró los ojos. Al fin y al cabo, no era asunto de ella... Siguió el buen tiempo y tuvo un constante goteo de turistas. La lata del té se volvió a llenar. Su madre estaría encantada. La semana pasó volando y llegó una carta. El cartero se la llevó cuando se detenía un coche con dos parejas de paseo por la zona, así que Paula tuvo que metérsela en el bolsillo y esperar hasta haberles mostrado sus habitaciones y servido el té. Fue a la cocina, se sirvió una taza de té y se sentó a leerla. Era una carta larga y la leyó sin parar hasta el final, y luego la volvió a leer. Se había puesto pálida y bebió su té automáticamente, pero enseguida tomó la carta y la releyó por tercera vez. Su madre no volvería a casa, al menos no en los próximos meses. Había conocido a alguien y se casarían pronto. Sé que lo comprenderás. Y te gustará. Se dedica a los cultivos de invernadero, así que pensamos montar una en casa. Hay espacio más que suficiente y él construirá un gran invernadero donde está el huerto. Pero primero tiene que vender su negocio aquí, lo cual puede llevarle varios meses. Eso quiere decir que no será necesario tomar más huéspedes, aunque espero que sigas trabajando hasta que lleguemos. Te va tan bien... Ya sé que la temporada se acaba pronto y esperamos volver antes de Navidad. El resto de la carta consistía en una detallada descripción de su futuro esposo y noticias de su hermana y del bebé, para luego concluir con: "Eres una niña muy sensata y estoy segura de que estarás disfrutando de tu independencia. Cuando volvamos, probablemente querrás ponerte a trabajar por tu cuenta".


Paula se quedó de una pieza, pero se dijo que no tenía motivos para sentir que la tierra se había hundido bajo sus pies. No tenía ningún inconveniente en quedarse hasta que su madre y su padrastro volviesen. En cuanto a lo de ponerse a trabajar, era perfectamente lógico que su madre lo supusiese. Por la noche, una vez que los huéspedes se retiraron, se sentó con papel y lápiz a hacer una lista de sus habilidades. Sabía cocinar bien, cuidar de una casa, cambiar enchufes y hacer fontanería básica. También trabajar en una huerta... El lápiz se detuvo. Nada más.  Había aprobado el ingreso a la universidad, pero por una razón u otra nunca se había puesto a estudiar. Eso era lo que tendría que hacer. Y tendría que decidir para qué se quería preparar antes de que su madre volviese. Pero los estudios costaban dinero, y no estaba segura de que hubiese para ello. Quizá pudiese buscarse un trabajo y ahorrar lo suficiente para estudiar luego... Se enderezó de golpe al ocurrírsele una idea: las camareras no necesitaban estudios y además, estaban las propinas. Tendría que buscar en una ciudad como Taunton o Yeoville. O quizás alguno de los grandes hoteles que tenían salones de té y tiendas. Cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea. Tomó la decisión antes de irse a la cama. Ya solo debía esperar a que su madre y su padrastro volviesen a casa. 

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