martes, 26 de abril de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 5

Poco antes de mediodía fueron en coche hasta el pub y se sentaron a una mesa en la parte de atrás. Había un pequeño río con árboles que daban sombra. Como era temprano, estaban solos. Comieron empanada de cerdo casera y ensalada, y bebieron limonada que había hecho la mujer del propietario. Marc se sentó a sus pies con un cuenco de agua y un bizcocho.


—Parecen felices, ¿Verdad? —comentó el propietario a su mujer.


Y lo estaban. Los tres, aunque el doctor confundía esa felicidad con el placer de disfrutar de una mañana preciosa con alguien sin pretensiones. Al rato llevó a Paula a su casa y la sorprendió al estacionar el coche bajo los árboles y acompañarla hasta la puerta de la cocina.


—¿Me permite que me siente en el huerto un momento? —le preguntó—. Pocas veces tengo oportunidad de sentarme en un sitio tan apacible.


«Pobre hombre», estuvo a punto de decirle Paula, pero cuando habló, dijo:


—Por supuesto, todo lo que quiera. ¿Quiere una taza de té, o una manzana?


Así que él se sentó en el huerto masticando una manzana con Félix en el regazo, consciente de que sus motivos para sentarse allí eran ver qué tipo de clientes aparecían, con la esperanza de que antes de irse hubiese llegado un matrimonio respetable decidido a pasar la noche. Sus deseos se hicieron realidad y no pasó demasiado tiempo antes de que llegase una pareja con su madre, dispuestos a quedarse dos noches. Era absurdo que se sintiese preocupado, pensó. Paula era perfectamente capaz de cuidarse a sí misma. Además, tenía teléfono. Se dirigió a la puerta de la cocina, que estaba abierta, y la encontró preparando la merienda.


—Me tengo que ir —le dijo—. No quiero interrumpirla. Gracias por la compañía.


—Lo mismo digo. Gracias por la comida —dijo ella, cortando con esmero una enorme tarta en trozos. Le sonrió—. Conduzca con cuidado, doctor Alfonso.


Llevó la bandeja con la merienda al salón y volvió a la cocina. Eran unos huéspedes muy agradables y corteses que no deseaban incordiar.


—¿Podríamos cenar aquí? —preguntaron con amabilidad.


Aceptaron con una sonrisa su oferta de patatas asadas con ensalada, pastel de frutas y café. El hombre la informó de que saldrían a dar un paseo y le preguntó cuándo quería servirles la cena. Cuando se fueron, ella hizo el pastel de frutas, puso las patatas en el horno y fue a la huerta a cortar unas lechugas. No había prisa, así que se sentó en el banco a reflexionar sobre el día. Había sentido sorpresa y placer al volver a ver al doctor. Aunque había pensado en él, nunca pensó que lo volvería a ver. Cuando había elevado los ojos y lo había visto, había sido como reencontrarse con un viejo amigo.


—Tonterías —se dijo—. Vino esta mañana porque quería un café.


¿Y la invitación a comer?, le dijo una vocecilla. 

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