martes, 15 de febrero de 2022

A Mi Medida: Capítulo 26

Hacía mucho tiempo que no se sentía así cerca de una mujer. Le gustaban las relaciones frías y seguras en las que ambos supieran hasta dónde se podía llegar. Le gustaba salir con mujeres florero, que quedaban bien colgadas del brazo, que supieran lo que hacer en la cama y que nunca esperaran pasar de allí a su corazón. Mujeres como Isabella Chaves. Preciosa, pero engreída y, por lo tanto, fácil de olvidar. Nada que ver con Paula Chaves, que era abierta, agradable y sensual sin proponérselo. Nada en ella era fingido ni forzado. Era ella misma. Era imposible no compararla con su hermana. Una la ficción, la otra la realidad. Tal vez estuviera siendo injusto con la hermana. Tal vez Isabella fuera tan bonita por dentro como lo era por fuera. Por un par de comentarios de Jimena, sospechaba que lo que Paula necesitaba no era mejorar su apariencia física. Quería que la admiraran por ser delgada, ir bien maquillada y llevar un vestido bonito. Todo por el físico, le parecía lo más importante. No se daba cuenta de que lo realmente esencial era lo de dentro.


—¿Pedro?


Se giró hacia la cocina.


—Estás empapado —dijo Paula—. Haz el favor de entrar inmediatamente antes de que pilles una neumonía.


—A sus órdenes, mi general.


—¿Tan horrible es? —le preguntó cuando llegó a la cocina.


—¿A qué te refieres?


—A quedarte en mi casa —contestó Paula—. No tienes por qué hacerlo si no quieres. Lo entenderé —rió para hacerle ver que le daba igual—. No se lo diré a Gina, te lo prometo.


Por un momento, su instinto de supervivencia le dijo que saliera corriendo de allí, pero se había dado cuenta de que, aunque quería hacer ver que no le importaba, lo que había hecho era echarlo antes de que se fuera él. Y vió, con sorpresa, que esperaba realmente que se fuera. Ojalá se hubiera ido de vacaciones. Estaría más aburrido, pero no tan confuso. Sintió deseos de abrazarla y de decirle que estar delgada no era lo más importante del mundo y que ella estaba estupenda tal y como estaba.


—La verdad es que la que me estás haciendo un favor eres tú a mí, ¿Sabes? —contestó recordando lo que le había dicho Jimena—. Todavía no he encontrado casa y me tendría que instalar en el balneario que, aunque no está mal… Tu casa está mucho mejor —mintió intentando no echar ya de menos su maravillosa suite con embarcadero privado, su barco y su servicio de habitaciones las veinticuatro horas del día.


Pedro estaba seguro de que Paula prefería oír aquello que su compasión.


—Entonces, ¿Qué haces bajo la lluvia?

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