A pesar del esfuerzo realizado, Paula llegó a casa con ganas de trabajar. Estaba terminando un encargo cuando oyó que llamaban a la puerta del estudio y se levantó. Debía de ser su madre con otro cargamento de sopa. No, era Pedro. A ella se le aceleró el corazón y se dijo que habría sido por el alivio de que no fuera su progenitora con los últimos detalles de los preparativos de la boda de su hermana.
—He llamado al timbre, pero no me has debido de oír. Espero no interrumpirte.
Estaba tan guapo que Paula no sabía qué decir, así que se miró la muñeca para ver qué hora era, pero no llevaba reloj.
—Son casi las siete —le dijo él.
—Vaya, pues sí que es tarde —contestó ella apartándose un mechón de pelo de la cara—. Cuando me pongo a trabajar me olvido del tiempo. Pasa, que te estás empapando —le indicó dándose cuenta de que estaba lloviendo.
—Gracias.
—¿Quieres un té? Tengo una tetera por aquí por si…
—¿Surge una emergencia? —sonrió Pedro mirando a su alrededor y admirando las obras, modernas, pero bonitas.
—Flores silvestres —le dijo Paula antes de que se lo preguntara—. Un catedrático de la Facultad de Botánica me ha encargado una serie de paneles para el invernadero de su mujer —le explicó señalando la pantalla del ordenador—. Voy por el invierno.
—Copos de nieve —dijo Pedro—. El invierno es blanco y negro. «Como tú, monocromático», pensó Paula.
—Y verde —le indicó señalándole la hierba helada— y un poco rojo —añadió mirando un fruto del bosque—. ¿Con leche y azúcar?
—No, gracias, pero no te diría que no a una galleta porque no he podido comer y tengo hambre.
Paula no se dió cuenta de lo que había hecho hasta que ya era demasiado tarde y había descubierto el escondite.
—Muy gracioso. Has hablado con Jimena, ¿Verdad? ¿Has venido a quitarme el chocolate? Me entrego —dijo dejando la caja sobre la mesa y levantando las muñecas como si la fueran a esposar—. No opondré resistencia.
Pedro abrió la caja y se comió una galleta de chocolate. Jimena bajó los brazos algo avergonzada. A pesar del discurso sobre la igualdad de aquella mañana, no podía mirar a un hombre a los ojos y decirle lo que quería de verdad. Nunca había podido hacerlo por falta de confianza en sí misma.
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