jueves, 3 de febrero de 2022

A Mi Medida: Capítulo 14

 —¿Ves? Jimena no para de decirme que haga deporte, baloncesto o tenis o lo que sea, y yo le digo que me parece peligroso.


—El tenis es malo para los codos, sí —admitió Pedro—. Te prometo que no te va a pasar nada —la tranquilizó mientras bajaban las escaleras—. He visto en el formulario de admisión que eres diseñadora de telas. ¿Qué haces exactamente? Lo digo porque me interesa saber lo que haces un día normal. No te imagino corriendo alrededor del telar.


—No utilizo ningún telar. Soy una artista, así que utilizo mi imaginación y mi ordenador.


—Ah, estupendo. ¿Y cuando no estás sentada frente a él qué haces?


—Me paso mucho tiempo buscando materiales.


—¿Te refieres a que te pasas mucho tiempo de compras?


—No hay forma de engañarte, ¿Eh? Te aseguro que ir de compras puede resultar agotador. Hay que encontrar la tela perfecta, con la textura adecuada, el tamaño, la caída… En fin un montón de cosas que te hacen perder un montón de calorías.


—Que supongo recuperarás en un santiamén con un capuchino y unas galletas danesas en la cafetería del centro comercial.


—Cuando encuentro lo que estaba buscando —continuó Paula ignorando su comentario—, comienza el proceso creativo.


—¿Y eso en qué consiste exactamente? ¿En coser?


¡En coser!


—Sí, la verdad es que los días realmente duros son los que tengo que enhebrar las agujas —contestó con sarcasmo.


—No quería insultarte.


—Te sale de forma natural, ¿Eh?


—Solo quería hacerme una idea de qué tipo de vida llevas.


—¿Sedentaria?


—En ese caso, quiero que a partir de ahora vayas a todas partes andando.


—¿A todas partes? ¿También al trabajo? —preguntó malévola.


—Claro. ¿Está muy lejos? Bueno, entonces, ve la mitad del camino en coche y la otra mitad andando.


Paula hizo un esfuerzo para no reírse. El camino consistía en salir por la puerta de la cocina, atravesar el jardín y llegar al estudio. Unos diez metros. Estaban subiendo una cuesta y, aunque iban lentos, al cabo de un rato, no podía más.


—¿Y las fotos? —preguntó en un hilo de voz—. ¿Qué te parece si las hacemos aquí? —añadió con la esperanza de que se parara.


—No —contestó Pedro—. Las quiero hacer desde el otro lado del lago.

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