jueves, 10 de febrero de 2022

A Mi Medida: Capítulo 22

 —La verdad es que he venido a devolverte la cámara —dijo Pedro dejándola junto al ordenador—. Perdona si la has necesitado, pero no he podido venir antes porque he tenido que hacer la maleta.


—¿Y eso? ¿Adonde vas? —le preguntó bebiéndose el té de un trago a causa de los nervios.


Pues sí que había tardado poco en hartarse de ella.


—Jimena me ha dicho que querías que Nadia se viniera a tu casa, ¿No? Me lo tendrías que haber dicho. Habría venido antes


—contestó comiéndose otra galleta.


A Paula se le atragantó el té y se puso a toser. Pedro le pasó un pañuelo de papel y ella se limpió y se sonó la nariz.


—¿Mejor?


¿Mejor? Aquel hombre estaba loco, ¿No?


—¿Antes? ¿Me quieres decir que te vas a venir a mi casa? ¿Conmigo? —preguntó aterrada.


Aquella era una situación de emergencia, así que alargó la mano y agarró una galleta de chocolate una fracción de segundo antes de que él apartara la caja. Le agarró la muñeca con fuerza y le quitó la galleta antes de que le diera tiempo de llevársela a la boca. Paula soltó una palabra malsonante que le sorprendió hasta a ella misma, pero Pedro hizo como que no la había oído.


—Jimena me ha dicho que tienes una habitación de invitados, así que te prometo que no te daré la lata. Ni te darás cuenta de que estoy…


—Es que no vas a estar —lo interrumpió ella.


—… a no ser que se te ocurra hacerte un sándwich de beicon de madrugada. Entonces sí que te vas a dar cuenta de mi presencia.


—No hay beicon en casa.


—Eso lo voy a comprobar en cuanto vea la nevera.


—Pero…


—Te recuerdo que fue idea tuya.


—Mi idea era que Jimena se viniera a vivir conmigo unas semanas, pero a ella la conozco…


—Desde la guardería. Ya lo sé.


Paula sintió que se le aceleraba la respiración y el corazón. Normal. Era el enfado.


—Y Jimena me dijo que Angie no podía venir porque estaba casada y tenía hijos…


—Exacto. Así que has tenido suerte de que yo no tenga nada de eso.


Paula tragó saliva.


—Jimena me ha dicho que te diga que la llames si tienes algún problema —apuntó Pedro entregándole una tarjeta que llevaba en el bolsillo.


Estaba caliente y Paula sintió una loca urgencia de acercársela a la mejilla.


—Aquí tienes el número. Debe de estar despierta ya.


—¿Te crees que me importa despertarla? —le espetó—. Puede que a tí te dé miedo porque es tu jefa, pero a mí no. La conozco de toda la vida —añadió marcando el número de Jimena—. Preferiría no tener público.


—Nada de secretos entre una mujer y su entrenador personal, Paula —le recordó Pedro abriendo el cajón de su mesa y guardándose la bolsa de caramelos de menta.


Aquello la dejó sin fuerzas.

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