martes, 15 de febrero de 2022

A Mi Medida: Capítulo 25

 —Cuando dejo de trabajar —dijo Paula como si le estuviera leyendo el pensamiento— me gustan los ambientes neutros.


—Es más tranquilo —apuntó Pedro.


—¿Tranquilo? Es la primera vez que alguien emplea ese adjetivo refiriéndose a algo mío —contestó Paula pensativa—. ¿Qué vas a hacer con todo eso? —añadió viendo la caja de cartón que había llenado Pedro.


—No es asunto tuyo.


—¿Ah, no? —dijo mirándolo por fin.


El efecto fue devastador para ambos.


—No, es asunto mío. Me voy a deshacer de ello ahora mismo.


—¿Y qué vamos a cenar? Porque has dejado los armarios casi vacíos.


—Está todo controlado —le aseguró él—. El cocinero del Lake Spa ha preparado la cena. Está calentándose en el horno.


Paula sonrió levemente, y Pedro se dió cuenta de que cuando lo hacía le aparecía un hoyito.


—Al final, Jimena va a tener razón.


—¿Qué te ha dicho?


—Que estás aquí para hacer realidad todos mis sueños.


—Me temo que ha exagerado un poco. Mi papel es darte la oportunidad de que tú sola hagas realidad tus sueños —le aseguró a pesar de que no estaba muy de acuerdo con ellos—. Mañana iremos a hacer la compra, una buena compra, y podrás cocinar lo que quieras. Sabrás cocinar, ¿Verdad? Me imagino que no serás de las que piden pizza cuando se quedan sin galletas.


—Noooo —contestó Paula—. Solo lo hago tres veces por semana… Es broma, es broma –le aseguró—. Como veo que te vas a adjudicar el papel tradicional y pasado de moda de hombre de la casa, ¿Te importaría mirar los grifos? Es que están dando un poco de lata últimamente. Me has dicho que eras un hombre chapado a la antigua, ¿No?


Pedro se dió cuenta de que estaba bromeando y sintió ganas de nuevo de besarla, de abrazarla y demostrarle que era más auténtico que cualquier actor. Pero no lo hizo. Sabía mantener las distancias. Al fin y al cabo llevaba años haciéndolo. Mental, que no físicamente, que era lo importante.


—¿Qué les pasa a los grifos?


—No sé, mi padre me dijo que iba a venir a revisarlos, pero no ha debido de tener tiempo. Mi madre siempre le está encargando cosas. Si es una molestia, olvídate —le dijo como si no importara.


Como si estuviera acostumbrada a que no importara.


—No es ninguna molestia. Mañana mismo me encargaré de ellos —dijo Pedro—. Voy a tirar esto —añadió agarrando al caja.


La dejó en su todoterreno, bien guardada. Seguía lloviendo, pero no tenía prisa por volver a entrar. Se apoyó en el coche y miró al cielo con la esperanza de que las gotas lo refrescaran. Nada. El calor que había en aquella cocina entre ellos estaba convirtiendo las gotas en vapor. ¿Qué diablos le estaba sucediendo?

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