—¿Ejercicios de calentamiento? —dijo Pedro enarcando una ceja.
—¿De calentamiento? ¿Para qué hay que calentar?
—¡Una bici!
Estaba apoyada en la pared con un casco colgado del manillar.
—Ponte esto —le indicó Pedro.
Paula se dijo que debía de estar soñando. ¡Y quería despertarse ya! Aquello era una pesadilla.
—¿De dónde ha salido esta máquina y… Dónde está mi coche? ¡Dios mío, me lo han robado!
—No, no, no —se apresuró Pedro—. Lo he tomado yo prestado para ir a por las bicis.
—¿No has ido andando? —le preguntó ella con sarcasmo—. O corriendo…
—Ya sé que te dije que debías ir a todas partes andando —dijo él sin perder la paciencia—, pero como no creo que puedas llegar todavía al club a pie vas a ir en bici.
—Estás de broma, ¿No? Por favor, dime que estás de broma…
A modo de contestación, Pedro le puso el casco en la cabeza y se lo ató muy satisfecho.
—Volverás a casa en coche, no te preocupes —le aseguró.
Los pezones se le habían puesto de punta única y exclusivamente por el frío, por supuesto. No por sentir sus dedos en el cuello ni por tener su boca tan cerca. Menos mal que llevaba una camiseta bien gruesa.
—Pedro, no monto en bici desde…
—Suponía que me ibas a decir algo así —la interrumpió él haciéndole una seña para que se montara.
—Es muy temprano —protestó Paula—. Mi cerebro todavía no se ha despertado.
«Y mis hormonas están revolucionadas», añadió para sí.
—Pues cierra los ojos y piensa en Marcos Gray —le contestó sujetándole la bici con fuerza; como si fuera la primera vez que montara.
Paula lo miró. Lo tenía tan cerca que con un mínimo gesto podría haberlo besado.
—No sé si me voy a acordar…
Qué bonito si dijera algo como «No te preocupes, estoy aquí. No te voy a soltar…»
—No te preocupes, estoy aquí. No te voy a soltar…
¿Lo habría dicho en voz alta?
—¿Lista para intentarlo?
—¿No podríamos llamar a un taxi?
—Cuando quieras que te suelte, me lo dices, ¿De acuerdo?
Paula dió la primera pedalada con desconfianza. Tras un par de vueltas por el jardín, se encontró yendo hacia el camino que llevaba al lago. ¡Sola! ¿Dónde estaba Pedro? Le entró el pánico al darse cuenta de que solo había una bici.
—¡Pedro!
—Estoy aquí —contestó él.
Paula se giró y vió que lo tenía al lado. Iba corriendo tan tranquilo. Increíble. Qué guapo y fuerte era. Tanto que ella se salió del camino y la hierba frenó la bicicleta haciendo que se parara en seco. Pedro se apresuró a agarrarla para que no se cayera.
—Olvida lo que te he dicho de cerrar los ojos —bromeó.
Paula se dió cuenta de que tenía el corazón latiéndole aceleradamente. Bueno, iba corriendo, ¿No?
—De acuerdo, tú eres el que sabe.
—Y, de paso, deja de pensar en Marcos Gray.
—¿En quién?
Pedro pensó que estaba de broma.