martes, 31 de agosto de 2021

Conectados: Capítulo 43

Por suerte no tuvo que seguir con aquella charada ni un segundo más, porque en ese momento apareció Federico y le susurró a Pedro al oído algo sobre que la ceremonia estaba a punto de empezar. Éste la soltó de inmediato para mirar su reloj y discutir unos detalles con su hermano, y Paula siguió con la mirada a Lorena y Carlos mientras se alejaban, perdiéndose entre el resto de los asistentes.


–Eh, Paula, bien jugado –le dijo Pedro cuando Federico se hubo alejado también, para hablar con un técnico de sonido–. Tal vez ya no pueda hacer surf, pero tú, la chica más bonita de Londres, acabas de alegrarme la noche. ¿Paula? ¿Qué haces?, ¿Dónde vas? –la llamó, agarrándola por el brazo cuando le dió la espalda para irse. 


–¿Que qué estoy haciendo? –le espetó ella con los dientes apretados–. Me marcho. ¿El hotel tiene alguna otra salida? Aparte de por esa ridícula alfombra, quiero decir. Porque necesito salir de aquí ahora mismo.


Pedro frunció el ceño.


–Pues… yendo por el bar hay otra salida, pero… ¿Por qué quieres irte? Creía que lo estabas pasando bien.


–Tú lo has dicho. Lo estaba pasando bien –contestó ella, girándose hacia él con un movimiento brusco–. Y me marcho porque acabo de darme cuenta de que he olvidado algo muy importante.


–¿El qué? La ceremonia está a punto de empezar.


Paula apretó los puños.


–¿Quieres saber qué he olvidado? Que no estaba aún lo bastante fuerte emocionalmente como para que no volvieran a utilizarme.


–¿A utilizarte? ¿De qué estás hablando?


–¿Que de qué te estoy hablando? ¡Si acabas de admitirlo! –le espetó Paula exasperada–. «Bien jugado», me has dicho. Me habías traído aquí con la intención de poner celosa a tu ex novia, y de paso asegurarte de que esa foto salga mañana en las portadas de todas las revistas de cotilleos. Y no te has parado a pensar ni por un momento – añadió con voz trémula–, ni por un solo momento, en cómo me sentiría yo –las lágrimas le nublaban la visión, pero se obligó a continuar–. No me invitaste a venir como amiga; me invitaste a venir para demostrarle a tu ex novia que sigues teniendo gancho con las mujeres.


–Paula, yo no… No lo comprendes… –Pedro, que se había puesto lívido, alargó la mano la mano hacia ella, pero Paula dió un paso atrás.


–¿Sabes qué es lo que más me duele? Que jamás me habría esperado eso de tí. Jamás.


Y tras decir eso se alejó hacia el abarrotado bar, dejándolo con la palabra en la boca. Pedro se quedó tan aturdido, que en un primer momento no se movió. Paula tenía razón, se dijo. Tanta razón que se sintió espantado de lo que había hecho. Sí, la había besado para que lo viera Lorena, y también había sido consciente de que los fotógrafos no perderían la ocasión de captar una instantánea del momento: Pedro Alfonso, el semental, había vuelto. Aquello era exactamente lo que había querido que pasara. Pero en un momento dado, sin darse cuenta, había acabado enamorándose de su acompañante.


–¡Paula!, ¡Espera, por favor! –la llamó yendo tras ella, abriéndose paso entre la gente.


Cuando salió a la calle, maldiciendo el dolor de su pierna por no poder ir más deprisa, respiró aliviado al ver que Paula estaba esperando junto a la acera a que pasara un taxi.


–¡Paula! –la llamó.


Ella se volvió lentamente y lo miró dolida. No dijo nada, pero no hacía falta que dijera nada; lo que sentía estaba escrito en su rostro.


–Debería haberte contado antes lo de Lorena –reconoció Pedro–. Sabía que iba a venir aquí esta noche con Carlos, pero no sabía cómo iba a llevar el volver a verla, ni cómo iba a manejar la situación. Y no puedo cambiar lo que he hecho, pero no pretendía hacerte daño. Por favor, vuelve dentro conmigo.


–No, Pedro. Ya te he hecho el trabajito para el que me habías traído aquí, ¿No? Toda la semana he estado haciéndome la misma pregunta: ¿Por qué Federico te inscribió en esa página de contactos? Tú no necesitabas ayuda para encontrar novia, ni tampoco querías encontrar, como decías, a una mujer distinta de las mujeres con las que sueles tratar. Por supuesto que no. Ahora lo comprendo. Lo único que necesitabas era a alguien capaz de enhebrar dos palabras seguidas para que te acompañase, ¿no es verdad? Solo me necesitabas para que nos hicieran esa fotografía y saliese en las portadas de mañana –Paula sacudió la cabeza–. Pues ya está; lo has conseguido: misión cumplida. Felicidades. Eres patético.


Pedro dió un paso hacia ella, pero Paula retrocedió.


–Espera, por favor, deja que me explique. Está bien, sí, cometí un error. Y siento muchísimo no haberte contado antes lo de Lorena, pero yo no quería hacerte daño; tienes que creerme.


–¿Creerte? No pienso escuchar ni una palabra más de lo que tengas que decir. Se acabó, Pedro. Vuelve dentro; Federico te necesita. Pero Lorena no. Y eso es lo que de verdad te molesta, ¿No es así?, que ella haya superado vuestra ruptura y haya encontrado a alguien a quien amar mientras tú sigues atrapado en el pasado. Vamos, dime que me equivoco. 

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