Paula se quedó allí y lo observó mientras se alejaba un poco con el reportero hacia donde estaban el cámara y el resto del equipo. Y ante sus ojos, como por arte de magia, el Pedro que conocía se transformó en Pedro Alfonso, la superestrella del surf. Lo observó admirada mientras respondía a las preguntas del reportero con un aire de suprema confianza en sí mismo, como quien está en la cresta de la ola y lo tiene todo bajo control, sonriendo y bromeando. Tenía la mano izquierda en el bolsillo del pantalón, y con la derecha saludaba a las celebridades que iban entrando. Aquella versión de Pedro fue una revelación para ella. Parecía que se había equivocado de vocación; debería haber sido actor. Era como si estuviese interpretando un papel, y parecía que estaba disfrutando con la atención de la gente y de los medios. De hecho, daba la impresión de que lo revitalizaba. Tal vez fuera eso lo que echaba de menos en su vida, a lo que había estado acostumbrado antes del accidente. Suspiró y giró la cabeza hacia donde estaba Federico. Junto a él había un hombre alto, atlético y muy guapo que, a juzgar por la cantidad de fotógrafos que había frente a ellos, debía de ser un deportista importante. Oyó cómo uno de los fotógrafos lo llamaba por su nombre para que lo mirara. Era Carlos Ramírez, el futbolista que había mencionado Pedro. Y entonces se fijó en que, a solo un par de metros de ellos, aguardando pacientemente como ella, estaba Lorena Wilde. Solo había visto un par de veces su programa de televisión, pero no había duda de que en carne y hueso era igual de alta, esbelta y atractiva. Llevaba un vestido dorado que dejaba un hombro al descubierto y que le quedaba como un guante, y llevaba el cabello negro peinado en un artístico recogido. Se quedó paralizada cuando la vió girar la cabeza un par de veces hacia ella, como si le hubiera picado la curiosidad al darse cuenta de que estaba esperando a Pedro. Repentinamente se sintió tímida e insegura, pero luego le pareció que aquello era ridículo. Pedro y Carlos estaban siendo entrevistados, y ellas, que eran sus acompañantes, estaban solas. ¿Por qué no acercarse a saludarla? Y como lo pensó, lo hizo. Inspiró profundamente, fue hasta ella, y le tendió la mano con una sonrisa.
–Hola. Eres Lorena, ¿verdad? Encantada de conocerte. Yo soy Paula. Paula Chaves.
–Lo mismo digo –contestó Lorena, estrechándole la mano y sonriéndole también–. Antes estaba picando a Federico, preguntándole si Pedro también iba a venir solo, como él, y mencionó tu nombre, pero no sabía por dónde andaban.
Tenía una voz cálida y un rostro muy expresivo, un contraste enorme con la imagen distante y sofisticada que mostraba en televisión. Unas risas a sus espaldas las hicieron volverse a ambas. Carlos estaba dándole unos toques con las rodillas a un balón de fútbol, haciendo las delicias de los cámaras y los fotógrafos.
–Pedro me ha dicho que tu novio, Carlos, es uno de los nominados de los premios de esta noche. Debes de estar muy feliz por él.
El rostro de Lorena se iluminó con una sonrisa sincera.
–Lo estoy. Se ha esforzado tanto esta temporada… Y a pesar del éxito no se le ha subido a la cabeza. Soy una chica con suerte.
–Yo diría que es él quien tiene suerte de tenerte a su lado.
–Gracias, Paula, eres un encanto –contestó Lorena con una sonrisa–. Supongo que sí, que los dos hemos tenido suerte –murmuró, bajando la vista, como vergonzosa.
Y de pronto, cuando volvió a levantarla su cálida sonrisa se transformó en una mirada preocupada y recelosa. Paula iba a preguntarle si se encontraba bien cuando un brazo le rodeó la cintura por detrás.
–¿Suerte? ¿Estaban hablando de mí? –inquirió la voz de Pedro.
Paula puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua.
–El mundo no gira en torno a tí, Pedro –lo regañó, volviendo la cara hacia él con una sonrisa. Y como no sabía a qué se debía el repentino cambio en Lorena, prefirió decirle una mentira piadosa–. Estábamos hablando de la suerte que tenemos de estar aquí esta noche. Es una fiesta preciosa. ¿Verdad, Lorena?
–Desde luego –respondió la morena, tendiéndole su mano a Pedro, que él aceptó como si fuera una serpiente venenosa–. Me alegra volver a verte, Pedro. Te veo muy bien.
–Lo mismo digo –contestó él, abrazando con más firmeza la cintura de Paula–. He oído que has pasado una temporada en Río con Carlos.
–Sí, bueno, aunque tampoco ha sido un viaje de placer. Ya sabes cómo es: Trabajo, trabajo, traba… jo –Lorena bajó la vista por la pierna de Pedro, y Paula sintió cómo se tensaban los músculos del brazo de él–. Perdona, ese ha sido un comentario insensible por mi parte.
Paula sonrió a Pedro, esperando que le respondiera con humor, pero sus facciones estaban igual de tensas que su brazo. Con la intención de disipar un poco el ambiente, dijo con una sonrisa:
–Pedro y Federico tampoco paran de tanto trabajo como tienen. El otro día estaba con Pedro en su despacho y el teléfono no dejaba de sonar.
Lorena frunció el ceño, y esbozó una media sonrisa.
–Ah, perdona, Paula, creía que eras la novia de Pedro; no sabía que trabajabas para él.
–Paula es una artista en cuyos diseños estamos interesados – contestó Pedro por ella en un tono frío–, pero esta noche está aquí como mi acompañante. ¿Verdad, Paula?
Y, sin esperar a que ella respondiera, la atrajo hacia sí y la besó en los labios. A Paula aquel beso le habría parecido algo halagador, y hasta romántico, pero la pilló tan desprevenida que no le dio tiempo siquiera a cerrar los ojos, y lo que vió le heló la sangre en las venas. Pedro también tenía los ojos abiertos, pero no estaba mirándola a ella, sino a Lorena, que estaba a sus espaldas. Y por los destellos de los flashes que saltaron de repente, dedujo que los fotógrafos debían de estar encantados con la escena: Pedro Alfonso besando a una chica delante de su ex novia, la top model Lorena Wilde. Y en ese instante lo comprendió todo. Pedro había querido ver la cara de Lorena cuando besase a otra mujer. A cualquiera. No le había pedido que lo acompañara porque le gustase, sino para demostrarle a Lorena y a los medios que ya la había olvidado. Y ella había sido tan tonta como para creer que sentía algo por ella. La había utilizado. Igual que Iván.
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