–Te lo agradezco, Pedro, pero sigo pensando que no es una buena idea.
–¿Por qué no? Mira, el restaurante al que quiero llevarte lo regenta una chica de Tenerife, Aldana; su familia y ella son amigos nuestros de toda la vida, y sirven una comida buenísima.
–Entonces, razón de más por la que no deberías invitarme a ir allí. Podría llevarse una impresión equivocada y pensar que somos lo que no somos. Y yo no necesito otro novio en este momento.
Pedro se quedó callado, con los labios apretados, y contrajo el rostro y se golpeó en la frente.
–Ya tienes novio; ¿Cómo no lo había pensado? Después de todo era tu jefa la que quería conseguir una cita por Internet, no tú –dijo frotándose la nuca con la mano–. Te pido disculpas. Solo espero que tu novio no se presente en nuestra oficina para partirme la cara por haberte pedido una cita. No sé si mi hermano podría digerir hoy más sorpresas después de que le tiraras esa jarra de agua encima.
Podía ser que Pedro fuese un actor de primera y la estuviera engañando, o que ella estuviese viendo algo que no había, pero le pareció ver un atisbo de pena y decepción en su apuesto rostro antes de que lo disimulara. Interesante… Fuera como fuera, tenía que tomar una decisión: o mentirle y decirle que sí, que estaba saliendo con alguien… o contarle la verdad.
–No, lo que quería decir es que hace poco rompí con alguien, y todavía no me siento preparada para volver a tener citas. Pero gracias otra vez por la invitación.
Fue sorprendente lo rápido que cambió la expresión de Pedro, que esbozó una sonrisa deslumbrante.
–¡Vaya! Así que estás soltera y sin compromiso… Pues ya somos dos –dijo. Y mirándola con las cejas enarcadas, le preguntó–: Y sabes lo que eso significa, ¿Verdad? –dio un paso hacia ella, subió las manos por las mangas de su anorak, y le dijo mirándola a los ojos–: Que no aceptaré un no por respuesta –y le guiñó un ojo, como había hecho aquel día en la cafetería, muy ufano y seguro de sí mismo.
Paula suspiró y puso los ojos en blanco.
–Acabo de decirte que ahora mismo no me siento preparada para salir con nadie. Así que gracias, de verdad, pero no –reiteró, apartándose de él–. Adiós, Pedro –dijo tendiéndole la mano.
Tenía que haber algún modo de convencerla, y no solo respecto a cenar con él, sino también para que lo acompañara a la entrega de premios. Y entonces, de repente, se le ocurrió una idea: ofrecerle algo que no pudiera rechazar. Tomó su mano entre las suyas y esbozó una sonrisa cálida mientras se la acariciaba.
–Antes me preguntaste qué quiero de tí, y no llegué a contestarte –le dijo–. ¿Todavía quieres saber mi respuesta? –hizo una pausa, sabiendo que tenía toda su atención, y cuando ella iba a contestar, le puso un dedo en los labios–. Una de las razones por las que estoy en Londres es porque tengo que asistir a la entrega de los premios anuales del deporte, los Sports Personality Awards. Cory Sports es el principal patrocinador del evento, así que ni mi hermano ni yo podemos faltar, pero necesito una acompañante. Por eso Federico me inscribió en esa agencia de contactos de Internet –enarcó las cejas y le preguntó con una sonrisa–: Si no quieres cenar conmigo, ¿Qué dirías si te pidiera que fueras mi acompañante esa noche?
–¿Que vaya a una entrega de premios… contigo? –inquirió ella con incredulidad, poniendo unos ojos como platos.
–Pues sí, es lo que acabo de decir.
–Pedro, no sé nada de deportes, odio que me hagan fotos, y apenas bebo, así que después de un par de copas seguro que me quedaría dormida con la cabeza encima de la mesa. Gracias, pero ningún hombre querría llevar a una chica como yo a un evento tan prestigioso como ese.
Él se quedó callado unos segundos, escrutando su rostro pensativo. Luego apretó su mano entre las suyas, las comisuras de sus labios se arquearon y, ladeando la cabeza ligeramente, le dijo:
–Para mí sería un honor que me acompañaras.
Aquello pareció dejarla descolocada, y Pedro aprovechó la oportunidad para insistir antes de que pudiese volver a decirle que no.
–Vamos, acompáñame, te divertirás. Además, va un montón de gente famosa e importante de ámbitos muy distintos, incluso los dueños de alguna que otra editorial. Podrías ser una oportunidad perfecta para conseguir contactos y promocionar tu trabajo.
Paula seguía mirándolo con los ojos muy abiertos, como si acabase de sugerirle que se fuera a correr por la calle vestida solo con unos zapatos de tacón rojos.
–¿Que me divertiré? Quizá a tí esa clase de eventos te resulten divertidos, pero para mí sería la peor de mis pesadillas.
–¿Por qué? Esa gente, aunque sea gente famosa, son personas como tú y como yo.
–Ya, pero he visto esa ceremonia en la tele otros años, y hay reporteros, paparazzi, cámaras… Si te acompañara, al cabo de un rato te olvidarías de mí y acabaría sola en un rincón, o me agobiaría tanto que me escaparía a las cocinas para huir de los flashes y de la multitud –dijo Paula estremeciéndose.
No hay comentarios:
Publicar un comentario