jueves, 5 de agosto de 2021

Conectados: Capítulo 15

El problema era que necesitaba que su rodilla estuviese en forma para al menos poder caminar; haría lo que fuera para evitar volver a acabar atado a una silla de ruedas, se dijo incorporándose de nuevo y revolviéndose el cabello con la mano. Justo en ese momento se abrió la puerta y entró su hermano Federico, guiñando los ojos mientras se ponía las gafas.


–He oído gritos; ¿Otra vez esa pesadilla?


–Sí, perdona si te he despertado –le contestó Pedro.


Su hermano se dejó caer en la cama, a su lado, y agarró un almohadón para colocárselo debajo de la cabeza.


–No pasa nada –dijo bostezando–. Tenía que levantarme temprano de todos modos. Esa bonita recepcionista que envió la agencia ha tocado algo que no debía y no funciona el sistema de pedidos de la página web –le explicó–. ¿Y tú qué?, ¿vas a ver a otro fisioterapeuta?


–No, hoy no. Pero lo que sí tengo claro es que tengo que salir de aquí. No sé cómo lo haces, Fede. En serio, nunca imaginé que pasar tanto tiempo entre cuatro paredes pudiera ser tan pesado. Y cuando estaba hospitalizado no tenía elección, pero el trabajo de oficina me está matando. ¿No echas de menos, aunque sea de vez en cuando, el aire fresco y el sol?


Su hermano se encogió de hombros.


–Por cierto, el apartamento está bien, pero podías haber añadido alguna nota de color, ¿No? Todas estas paredes desnudas… Y cuando miras por la ventana solo ves el cielo gris y edificios grises. Por no mencionar que a la mayoría de la gente de esta ciudad le vendría bien un poco de sol y un trasplante de buen humor.


Al decir aquello se acordó de Pau y esbozó una sonrisa.


–Por cierto, Fede, tienes que mandar un correo electrónico a esa agencia de contactos para decirles que mi cita de ayer estuvo genial, pero que la dama en cuestión decidió que lo de ligar por Internet no va con ella.


Federico gimió.


–¿Qué has hecho esta vez? ¿Tendré que llamar a nuestros abogados?


–Relájate, no hice nada fuera de lo normal.


–Eso es lo que me preocupa –dijo Federico volviendo la cabeza hacia él. Suspiró y añadió–: Anda, sorpréndeme: ¿Era más vieja que Matusalén, una solterona desesperada, fría como un témpano, o una cazafortunas?


–Nada de eso. Pau es distinta, entrañable. Aunque no puedo decir que me sorprenda que no quiera volver a verme después de… Bueno, tengo que admitir que puede que no estuviera muy acertado y…


–Suéltalo ya. ¿No te desnudarías en medio de la cafetería para impresionarla con tus tatuajes o tus abdominales?


–Peor: La avergoncé delante de un par de excompañeras de trabajo. Y huyó de allí antes de que pudiera disculparme. Y puede que haya fotos.


Federico contrajo el rostro.


–¡Y se supone que tú eres el galán de la familia…! En fin, si sale algo en las revistas del corazón, la agencia de recortes de prensa nos pondrá al corriente. ¿Y qué aspecto tiene esa Pau?


A la mente de Pedro acudió de inmediato su imagen: Los delicados pómulos, el sedoso cabello castaño y los carnosos y sonrosados labios.


–Morena, ojos verdes, delicada, atrevida… No se pone histérica porque se le caía un poco de comida encima, se preocupa por los demás y tiene unas manos bonitas. Ah, y le gusta el queso.


Federico se bajó de la cama y, limpiándose los cristales de las gafas en la camiseta, le dijo:


–Ya. A tí te gusta esa Pau; y no intentes negarlo. Normalmente lo único que te interesa de una mujer es su aspecto en traje de baño o sin él. Te conozco demasiado bien. ¡Lástima que lo fastidiaras!


–¿Pero por qué te metes conmigo? –protestó Pedro, lanzando los brazos al aire–. Fuiste tú quien me convenció para que me buscara una cita por Internet. Además, lo único que necesito es una acompañante para la entrega de premios, no una relación. Fin de la historia. Y por si has olvidado lo que te dije, al menos por un tiempo no quiero salir con nadie.


–No entiendo por qué. Lorena te dejó en el peor momento posible, sí, pero de eso ya hace meses, y estás más o menos recuperado. Y llevabas semanas quejándote porque no conseguirías encontrar a tiempo una acompañante para la entrega de premios. No me culpes por tomar la iniciativa para intentar ayudarte.


–¿La iniciativa? Ya te daré yo iniciativa… –gruñó Pedro–. Voy a quedarme en esta ciudad gris y aburrida el tiempo justo para esa ceremonia, y luego seré yo quien tome la iniciativa de marcharme de aquí para devolverle un poco de chispa y color a mi vida. Además, faltan menos de ocho semanas para nuestra gira de promoción en Australia. Sol, mar y surf. Estoy impaciente por empezar. 

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