martes, 1 de diciembre de 2020

Rivales: Capítulo 5

Antes de que dijera nada, la joven lo golpeó con la rodilla en la entrepierna y el hombre lanzó un grito de dolor. Después, se alejó cojeando y lanzando maldiciones.


-Voy a llamar a seguridad -dijo Pedro.


Paula le puso una mano en el brazo.


-No hace falta.


-Pero ese hombre la ha atacado. 


-Está borracho. No sabía lo que hacía.


-¿Y si lo intenta con otra mujer?


Otra mujer podría no tener la suerte de que apareciera alguien para salvarla, tuvo que admitir la Princesa.


-Yo... llamaré a la policía cuando llegue a casa. Pero no creo que hoy vuelva a intentar nada con nadie.


-Eso es verdad -dijo él, pero no parecía muy convencido.


-Gracias por ayudarme. ¿Cómo ha sabido que estaba aquí?


-Ví el globo flotando a la entrada de este pasillo y pensé que le habría ocurrido algo -contestó él-. ¿Seguro que se encuentra bien?


-Sí -asintió Paula, pero no pudo disimular un escalofrío.


-¿Le apetece tomar algo?


-Sí, gracias.


Se dirigieron a una de las terrazas de la feria y el hombre eligió una mesa apartada.


-¿Qué quiere tomar?


-Un té, por favor. No puedo quedarme mucho tiempo.


Ella pareció un poco más calmada después de tomar su té.


-¿Se encuentra mejor?


-Sí, gracias.


-¿Puedo preguntarle cómo se llama?


-Daiana -contestó Paula.


-¿Va a llamar a la policía, Daiana?


-Sí, claro -murmuró Paula, pero no podía hacerlo. ¿Cómo iba a explicarles lo que había pasado? Tendría que buscar otra forma de solucionar el asunto. Se sintió aliviada cuando una conmoción al otro lado de la terraza le ahorró la explicación-. ¿Qué pasa?


-Están presentado a la reina de la feria.


Al ver las cámaras, Paula se levantó.


-Debo irme.


-No ha terminado su té -protestó el estadounidense. Paula se colocó de espaldas a los periodistas. Si alguno de ellos la reconocía, estaba perdida-. Está nerviosa, pero no me sorprende. Después de lo que ha pasado, cualquiera lo estaría.


Ella lo miró, sorprendida. Aquel hombre parecía genuinamente preocupado por ella. Paula estaba acostumbrada a los halagos de todo el mundo por su condiciónale princesa, pero era tan raro que alguien se preocupase por ella como persona que se sintió emocionada.


-Le agradezco mucho su preocupación.


-No tiene que agradecérmelo.


El grupo de fotógrafos se había acercado y el flash de una cámara sorprendió a Paula, que se levantó a toda prisa.


-Tengo que irme.


El estadounidense se levantó también. Los fotógrafos se habían agrupado cerca de su mesa y la empujaron sin querer. Pedro la sujetó por la cintura y ella sintió un escalofrío. Se vieron rodeados por los fotógrafos y Paula aprovechó el momento para escabullirse, pero su rescatador la siguió.


-La acompañaré a casa.


-¡No! -exclamó, ella. Él la miró, sorprendido-. Tengo el coche muy cerca. 


-Entonces, la acompañaré a su coche.


Afortunadamente, Paula había tomado prestado el coche de su secretaria, que conocía sus escapadas.


-Gracias por todo -dijo antes de cerrar la puerta.


Él la observó salir del estacionamiento, pensativo. 

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