Antes de que dijera nada, la joven lo golpeó con la rodilla en la entrepierna y el hombre lanzó un grito de dolor. Después, se alejó cojeando y lanzando maldiciones.
-Voy a llamar a seguridad -dijo Pedro.
Paula le puso una mano en el brazo.
-No hace falta.
-Pero ese hombre la ha atacado.
-Está borracho. No sabía lo que hacía.
-¿Y si lo intenta con otra mujer?
Otra mujer podría no tener la suerte de que apareciera alguien para salvarla, tuvo que admitir la Princesa.
-Yo... llamaré a la policía cuando llegue a casa. Pero no creo que hoy vuelva a intentar nada con nadie.
-Eso es verdad -dijo él, pero no parecía muy convencido.
-Gracias por ayudarme. ¿Cómo ha sabido que estaba aquí?
-Ví el globo flotando a la entrada de este pasillo y pensé que le habría ocurrido algo -contestó él-. ¿Seguro que se encuentra bien?
-Sí -asintió Paula, pero no pudo disimular un escalofrío.
-¿Le apetece tomar algo?
-Sí, gracias.
Se dirigieron a una de las terrazas de la feria y el hombre eligió una mesa apartada.
-¿Qué quiere tomar?
-Un té, por favor. No puedo quedarme mucho tiempo.
Ella pareció un poco más calmada después de tomar su té.
-¿Se encuentra mejor?
-Sí, gracias.
-¿Puedo preguntarle cómo se llama?
-Daiana -contestó Paula.
-¿Va a llamar a la policía, Daiana?
-Sí, claro -murmuró Paula, pero no podía hacerlo. ¿Cómo iba a explicarles lo que había pasado? Tendría que buscar otra forma de solucionar el asunto. Se sintió aliviada cuando una conmoción al otro lado de la terraza le ahorró la explicación-. ¿Qué pasa?
-Están presentado a la reina de la feria.
Al ver las cámaras, Paula se levantó.
-Debo irme.
-No ha terminado su té -protestó el estadounidense. Paula se colocó de espaldas a los periodistas. Si alguno de ellos la reconocía, estaba perdida-. Está nerviosa, pero no me sorprende. Después de lo que ha pasado, cualquiera lo estaría.
Ella lo miró, sorprendida. Aquel hombre parecía genuinamente preocupado por ella. Paula estaba acostumbrada a los halagos de todo el mundo por su condiciónale princesa, pero era tan raro que alguien se preocupase por ella como persona que se sintió emocionada.
-Le agradezco mucho su preocupación.
-No tiene que agradecérmelo.
El grupo de fotógrafos se había acercado y el flash de una cámara sorprendió a Paula, que se levantó a toda prisa.
-Tengo que irme.
El estadounidense se levantó también. Los fotógrafos se habían agrupado cerca de su mesa y la empujaron sin querer. Pedro la sujetó por la cintura y ella sintió un escalofrío. Se vieron rodeados por los fotógrafos y Paula aprovechó el momento para escabullirse, pero su rescatador la siguió.
-La acompañaré a casa.
-¡No! -exclamó, ella. Él la miró, sorprendido-. Tengo el coche muy cerca.
-Entonces, la acompañaré a su coche.
Afortunadamente, Paula había tomado prestado el coche de su secretaria, que conocía sus escapadas.
-Gracias por todo -dijo antes de cerrar la puerta.
Él la observó salir del estacionamiento, pensativo.
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