jueves, 17 de diciembre de 2020

Rivales: Capítulo 28

 -Ahora mismo lo que me preocupa es tu reputación, no la maldita apuesta.


El corazón de Paula se aceleró. Ella le importaba, si no, no se preocuparía por su reputación. Debía usar el teléfono. Debía salir de ahí antes de hacer alguna estupidez.


-Hemos empezado esto juntos y juntos vamos a terminarlo -se oyó decir a sí misma.


-¿Estás loca?


-No.


Pero seguramente lo estaba. Fuera cual fuera la explicación, se sentía viva. Daba igual lo que pasara después, la idea de pasar una noche con Pedro Alfonso era emocionante.


-Última oportunidad para cambiar de opinión -insistió él, señalando el teléfono.


Paula pensó de nuevo en sus hermanos. La tormenta que estaba descargando sobre ellos no sería nada comparada con la furia de Lome si pasaba la noche con Pedro. Y ella no quería que eso afectara a los negocios de este.


-Esto podría dañar tu relación con mis hermanos.


-No te preocupes por mí.


-Muy bien -dijo Paula, tomando el teléfono. Lo que estaba a punto de hacer era una estupidez, pero marcó el teléfono de su secretaria-. Aldana, soy yo. Quiero que sepas que estoy perfectamente, pero no volveré hasta mañana por la mañana. Cancela mis reuniones, diles que... -la batería del teléfono se terminó en ese momento y no pudo terminar la frase que ha ocurrido algo inesperado -añadió, antes de que Pedro le quitara el teléfono.


-Dígales que volverá antes de que anochezca si consigue un helicóptero... -en ese momento, se dió cuenta de que no había batería-. ¿Qué demonios has hecho?


-No uses ese lenguaje conmigo. Soy una... -replicó Paula.


-Sé lo que eres -la interrumpió él antes de tomarla entre sus brazos.


Paula no sabía si quería besarla o matarla mientras la obligaba a abrir los labios para explorar la húmeda cavidad de su boca. Cuando sus lenguas se encontraron, pensó que iba a perder la cabeza. Pedro había intentado convencerla de que estaba viviendo peligrosamente, pero ella se sentía más viva que nunca. Podía seguir lloviendo para siempre si así podía seguir apretada contra él. Aquel hombre la hacía sentir tantas emociones que Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar una carcajada. Pedro levantó la cara y la miró, indignado-. ¿Mis besos te hacen gracia?


Paula no se reía de eso. Todo lo contrario. Los besos de Pedro eran lo que siempre había soñado. Y estaba segura de que en la cama también sería magnífico.


-No me estaba riendo de tus besos.


-No sabes mucho de hombres, ¿Verdad?


-Si estás insinuando que nunca he hecho el amor...


-¿Lo has hecho? -la interrumpió él.


-Claro que no.


-Tienes veintitrés años. No hay muchas mujeres vírgenes de tu edad.


-Soy una princesa y tengo que pensar en mi reputación.


-Por eso quería que te fueras de aquí -dijo él, exasperado-. Pasar una noche con un hombre en una cabaña aislada es jugar con fuego.


-Confío en ti, Pedro -dijo Paula entonces, muy seria.


-No puedo creer que ganar esta apuesta sea más importante para tí que tu reputación.


¿Cómo podía estar tan ciego? Por supuesto que quería ganar, pero el sentido de la responsabilidad había sido imbuido en ella desde que nació. ¿Cómo podía abandonarlo en la montaña? Quizá las razones eran más personales, pero Paula no quería ni pensarlo.


-Esto no tiene nada que ver con la apuesta.


-Y ahora me dirás que vas a pasar la noche conmigo porque te sientes responsable.


Así era, pero nada de lo que dijera lo haría cambiar de opinión.


-Tienes razón. Voy a quedarme porque deseo tanto esas tierras que haría cualquier cosa para conseguirlas -dijo, furiosa-. Quiero conservar a Carazzan y quiero que desaparezcas de mi país y de mi vida. ¿Estás satisfecho?


-Solo una virgen tan deseable como tú podría preguntarle eso a un hombre y no saber la respuesta -murmuró él, mirándola a los ojos-. Pero no te preocupes, sé portarme como un caballero. Después de esta noche, puede que tu reputación esté hecha trizas, pero no será culpa mía. Solo espero que sepas lo que estás haciendo.


Paula también lo esperaba. 

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