-No, a menos que piense criar caballos en el monte Mayat -sonrió la princesa. En Nuee hacía buen tiempo todo el año y el único sitio en el que hacía frío era en la montaña.
-¿Me lo recomendaría?
-El paisaje es maravilloso.
-Iré a visitarlo, si puedo conseguir un buen caballo, claro.
-Los míos están a su disposición.
Pedro se preguntaba cómo reaccionaría si le pidiera prestado a Carazzan. Pero sería mejor ir, se dijo. En realidad, no quería ni pensar en compartir el rancho. Paula Chaves era como su ex mujer, la persona que le había hecho perder a Carazzan, se recordó él entonces. Era una locura pensar que tontear con una mujer de sangre azul como Paula iba a convencerla de que le vendiera el caballo. Pero no estaba siendo justo con la Princesa, mostrándole el cebo de una sociedad cuando ella no sabía el precio, pensó. Cuando se enterase de lo que quería a cambio, se enfadaría tanto que hasta podría intentar que el príncipe cambiase las leyes sobre inversiones extranjeras. Paula estaba dándole vueltas a la cabeza. Convertirse en socia de Pedro Alfonso sería un enorme compromiso, pero mucho mejor que abandonar su sueño para siempre. Quizá él se cansara del rancho cuando estuviera en marcha y decidiera volver a Estados Unidos definitivamente. Como socia, ella se encargaría de todo y, para entonces, le habría probado a sus hermanos que podía dirigir un rancho sin abandonar sus obligaciones oficiales.
-Me gustaría enseñarle algo -dijo de repente.
Pedro imaginó lo que iba a enseñarle y tuvo que disimular su nerviosismo. Tuvo que contener el aliento mientras la princesa lo llevaba hacia una puertecita que comunicaba con el primer establo, el de Carazzan. Por fin. Podía escuchar las pezuñas del animal golpeando el suelo. El animal olía a un extraño y estaba diciéndole que aquel era su territorio. Pedro imaginaba cómo se sentía. Él experimentaba la misma sensación posesiva cada vez que caminaba por sus tierras. Y no estaba seguro de querer compartirlas con Paula. Pero cuando vio al semental, descubrió que debía hacerse con él a toda costa. Con tal de que fuera suyo, todo merecía la pena, incluso compartir su sueño.
-Carazzan -murmuró, extasiado. La necesidad de acariciar el largo cuello del caballo, de subirse a su firme espalda y cabalgar sobre él era insoportable. Aquel animal debería estar en su establo, debería ser suyo.
Pedro sintió rabia contra su ex mujer por haberle impedido comprar aquel magnífico ejemplar y contra Paula, su propietaria.
-¿Conoce a Carazzan? -preguntó ella, sorprendida.
-Yo iba a convertirlo en el semental de mi cuadra. Pero tuve un problema.
-Es el semental de mi cuadra -dijo Paula, recelosa.
-Entonces sabrá que Carazzan es crucial para producir una cuadra de caballos autóctonos. Caballos perfectos.
-Claro que lo sé. No hay un caballo como Carazzan en el mundo entero.
-Entonces también sabrá que no debería estar aquí.
-¿Por qué no? Mi programa de cría está muy estudiado.
-Tiene las cuadras de un rey... o de una princesa -dijo entonces Pedro, señalando alrededor-, pero no tiene espacio suficiente para desarrollar un programa de cría a gran escala. En mi rancho...
-Eso es lo que quiere, ¿Verdad? -lo interrumpió ella.
Por un momento, había creído que su oferta de asociarse era sincera, pero Pedro Alfonso solo quería a Carazzan y haría cualquier cosa para conseguirlo. ¿El beso habría sido también parte del plan? El corazón de Paula se paró durante una décima de segundo. Le había gustado que la besara, incluso había pensado que le gustaría compartir algo más con él. Pero el sueño acababa de hacerse pedazos. Debería haber sabido que quería algo de ella. Por su experiencia, todo el mundo quería algo. ¿Por qué iba Pedro a ser diferente? Pero saberlo no evitaba una desilusión que la carcomía por dentro.
Muy buenos capítulos!
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