martes, 8 de diciembre de 2020

Rivales: Capítulo 14

 -Salir de palacio disfrazada no es darle la espalda a mi familia.


-Quizá tenga razón. Pero tendrá que admitir que salir de palacio sin escolta es un comportamiento irresponsable.


-¿Sabe usted lo cansada que estoy de ser responsable? -replicó la princesa-. Claro que sé quién soy, claro que tengo una familia. Y nadie me permite olvidarlo, ni siquiera durante cinco minutos. A los siete años ya tenía que asistir a los desfiles y a las cenas de gala. Cualquier niño se dormiría en una gala, pero si lo hacía yo, salía en los periódicos.


Pedro hizo un gesto con la mano.


-De acuerdo. Ser una princesa tampoco debe de ser muy fácil, pero ¿Qué habría ocurrido si ese borracho se hubiera salido con la suya? ¿Cómo se habrían sentido sus hermanos?


-Eso es cierto -admitió ella-. Habría sido terrible. Cuando nuestros padres murieron en un accidente de avión, pensé que mis hermanos jamás volverían a sonreír.


-Y, sin embargo, usted se arriesga a que le ocurra algo sin pensar en ellos.


-Mis ayudantes sabían dónde estaba. Era de día y me sentía segura.


-Pero un hombre borracho la atacó, Alteza.


-Lo sé.


-Quiero que me prometa que no va a volver a hacerlo.


Paula levantó las cejas, atónita.


-¿O... se lo contará a Leandro?


-Si hace lo que debe, no contaré nada.


-¿Y qué es lo que debo hacer? ¿Venderle a Carazzan?


-Una cosa no tiene nada que ver con la otra. No soy un chantajista - dijo Pedro. Paula no sabía qué hacer. No podía vender a Carazzan, pero la idea de no poder escapar de sus obligaciones reales de vez en cuando era impensable-. Piénselo, Alteza. Yo tengo las tierras y usted, un semental que se hará legendario. Que seamos socios es lo más lógico. 


Una idea surgió en la mente de Paula.


-Hay otra solución.


-¿Cuál? -preguntó él, receloso.


-Una apuesta.


-¿Qué clase de apuesta?


-Un concurso de monta, de doma, de saltos... la disciplina que usted decida.


-Y usted montaría a Carazzan, claro.


-Podría elegir otro caballo.


-En su país y con sus caballos, el concurso lo ganaría la princesa Paula aunque no montara a Carazzan.


-¿Tiene miedo de aceptar, señor Alfonso?


-Nunca he rehusado una apuesta -contestó él-. Pero tendrá que ser otra cosa.


-Hay un reto que siempre he querido probar -dijo entonces Paula, emocionada-. El circuito del monte Mayat.


-¿Está loca? Es una de las montañas más duras del hemisferio Sur.


-Probablemente. Si gano, el precio será su silencio sobre mis... actividades.


-¿Y si pierde? -preguntó Pedro.


-Aceptaré quedarme en palacio como una buena princesita -contestó ella. La idea era aterradora, pero tenía que arriesgarse.


Pedro negó con la cabeza.


-Para esa apuesta, las ganancias tienen que ser más importantes.


Instintivamente, Paula puso una mano sobre el cuello de Carazzan.


-No pienso apostar a Carazzan.


-¿Ni siquiera por esas tierras que tanto desea? 


Paula lo miró, sorprendida.


-¿Está dispuesto a apostar las tierras?


-Carazzan no puede moverse de aquí. Este es su sitio. El ganador se lo lleva todo. La pregunta es si está dispuesta a arriesgarse, Alteza. 

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