jueves, 10 de diciembre de 2020

Rivales: Capítulo 18

De niña solían recordarme que mis acciones eran vigiladas por todo el mundo. La familia real de Carramer debe tener un comportamiento impecable. Su voz se rompió un poco en ese momento, como si hubiera tenido que oír aquello demasiadas veces, y Pedro sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Quería estar enfadado con ella, rechazarla por lo que era, pero estaba empezando a sospechar que ser una princesa no era tan divertido.


-Esta apuesta no parece un ejemplo de comportamiento.


-Para la princesa Paula, no.


Pero sí estaba bien para Daiana, entendió Pedro.


-¿Sus hermanos le prohibirían tomar parte en el circuito?


Pedro había conocido al príncipe Leandro durante una cena de negocios en Estados Unidos y le había parecido una persona inteligente y agradable. Pero no parecía el tipo de hombre cuyas órdenes pudieran ponerse en duda. Paula se sintió como una tonta. ¿Cómo había podido olvidarlo? Para Pedro Alfonso, lo único importante era mantener una buena relación con Leandro, porque de él dependía que pudiera llevar a cabo sus planes de construir un rancho. Ella no le importaba nada.


-No quieren que tome parte en el concurso internacional, pero nadie me ha prohibido que suba al monte Mayat por mi cuenta. No se preocupe, mis acciones no influirán negativamente en su relación con mi hermano.


Pedro la miró, sorprendido.


-¿No se le ha ocurrido pensar que estoy preocupado por usted?


-Intentaré recordarlo -dijo ella, irónica.


-Hágalo, Alteza. Yo no soy su hermano. Cuando estemos en el monte Mayat, no habrá títulos. Seremos dos rivales. Aquí es una princesa, pero sobre el caballo no voy a darle tregua.


-No pretendo que lo haga.


-Me alegro.


Paula se quedó pensativa un momento. Quizá lo había juzgado mal.


-Quizá he entendido mal su preocupación.


-Así es. No tengo mucha experiencia con familias felices y no me gustaría causar fricciones entre usted y sus hermanos. 


-¿Usted nunca ha querido hacer algo que todo el mundo consideraba inapropiado? -sonrió Paula.


-La mayoría de las cosas que he hecho en mi vida son inapropiadas - contestó él. 


Especialmente, su matrimonio, pensó. Tan inapropiado como que la Princesa se casara con alguien como él. Pedro no sabía por qué se le había ocurrido aquello, pero al pensarlo sintió una opresión en el pecho. Era una estupidez. Paula Chaves se casaría con algún aristócrata. No sabía por qué, pero la idea lo molestaba más de lo que quería admitir.


-Entonces debería entender por qué yo tengo que romper con todo de vez en cuando.


-Entiendo -asintió él-. ¿Qué le parece el viernes por la mañana?


Paula se quedó pensando un momento. Tendría que cambiar sus compromisos para aquel día.


-De acuerdo. El viernes.


-Según me han dicho, se tardan doce horas en hacer el circuito.


-Eso con buenas condiciones climatológicas.


-¿Y con mal tiempo?


-Algunos jinetes no vuelven nunca.


Aquella vez, la opresión en el pecho era debida a la imagen de la Princesa herida en el bosque. Pedro intentó pensar que era una cuestión de responsabilidad, pero sabía que era algo más personal. Debía recordar lo que se estaba jugando, se dijo a sí mismo.


-¿Ha pensado que va a decir en palacio?


-No tengo que decir nada. Leandro quería que compartiera mi experiencia con usted y eso es lo que voy a hacer.


-Dudo que tuviera el circuito del monte Mayat en mente cuando dijo eso.


-No especificó -sonrió Paula.  A Leandro le daría un ataque si supiera que pensaba pasar doce horas en el bosque con Pedro, pero la idea hacía que a ella le hirviera la sangre. Se decía a sí misma que era por la apuesta, pero sabía que eso no era del todo verdad-. Sería mejor que durmiera aquí el jueves -dijo entonces. 


Nada más decirlo, deseó haberse mordido la lengua. Dormir bajo el mismo techo no era parte del plan. 

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