jueves, 16 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 24

Podía ser que Pedro Alfonso no fuera el mejor ingeniero mecánico del mundo, pero era un buen padre. Sin embargo, había sacrificado a su hija y posiblemente su matrimonio para vivir en una plantación y cultivar el cacao que le apasionaba tanto. Sacudió la cabeza. Tal vez le apenaba su situación, pero eso no significaba que debiera correr riesgos por él a aquellas alturas de su carrera, cuando estaba tan cerca de alcanzar su sueño. Si Pedro los dejaba en mal lugar a ambos en la conferencia, la reputación de Paula sufriría un serio revés en el pequeño mundo de los maestros chocolateros.Se levantó de la cama y se dirigió al pequeño armario que había al otro lado de la chimenea para ver si encontraba algo que ponerse. Lo que vió la dejó perpleja. El armario estaba lleno a reventar de ropa de niña. Seguramente, él se había ocupado de guardar aquellas prendas para que Camila se sintiera cómoda cada vez que se alojaba allí. Sintió una ligera sensación de culpabilidad por haber invadido aquel espacio tan íntimo y volvió a cerrar rápidamente la puerta. Recordó una vez que regresó a su casa tras acabar el curso de cocina y vio que su padre había ordenado completamente su ropa, la había lavado y la había planchado. Todo estaba listo para que ella se lo pusiera cuando regresara a casa. A Paula le había encantado lo que su padre había hecho por ella. Y allí tenía otro padre que había hecho exactamente lo mismo.

De repente, sus motivos para no seguir trabajando para él comenzaron a parecerle triviales. No era una tragedia terrible que hubiera comprado una procesadora con el mando de la velocidad estropeado. Y su chocolate era fantástico. Tal vez había tomado la decisión de marcharse demasiado precipitadamente. Tal vez aquel plan aún podía funcionar. Tal vez era una mujer demasiado sentimental y seguramente iba a lamentar lo que estaba a punto de hacer, pero acababa de decidir que le daría a Pedro Alfonso otra oportunidad. Sin embargo, él tenía que comprender por qué el trabajo era algo tan serio para Paula. Si no era así, no tendrían oportunidad alguna frente a los veteranos profesionales de la conferencia. Con un enorme suspiro, se miró en el espejo del dormitorio y se preguntó si iba a hacerlo. Sabía que tenía que tomar una decisión y que tenía que ser en aquel mismo instante. O se metía de lleno en el proyecto o se marchaba de allí inmediatamente. Nada de medias tintas. Y, sobre todo, debía asegurarse al cien por cien que no volvía a haber contacto físico entre ellos. En absoluto. Nunca más.

Diez minutos más tarde, después de buscar en un armario que encontró en el pasillo, Paula entró en la cocina vestida con un par de pantalones cortos y la camiseta más pequeña que había podido encontrar y que, a pesar de todo, le llegaba a mitad de los muslos. Salió al jardín y miró a su alrededor. Entonces, se quedó completamente inmóvil. No podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Pedro se estaba aún lavando en el jardín. Ella vió que los rizos del vello que cubría su torso estaban empapados de sudor y de agua fría de la manguera que debía de haber estado usando. Al ver cómo se secaba al sol con la toalla, sintió que la chica de ciudad que ella era desaparecía de repente para dejar paso a una faceta mucho más primitiva. Desde donde estaba, veía cómo se le movían los músculos de la espalda y de los hombros para terminar de secarse. El deseo y la anticipación que ella sintió fueron tales que no pudo evitar pensar cuánto tiempo tardaría en meterse en su coche con su vestido mojado para fingir que no había cambiado de opinión. Seguramente tardaría solo unos minutos y podría marcharse para dejar atrás toda aquella locura. No había ni un solo gramo de grasa en la espalda de Pedro. Cada músculo y cada tendón se mostraban perfectamente definidos con cada movimiento. La última vez que Paula había visto un cuerpo así había sido n televisión. Estaba cambiando de canales cuando se encontró con un concurso de natación, en el que los nadadores estaban explicando los diferentes estilos tan solo con un minúsculo bañador. Eso había sido en la pantalla, pero verlo en vivo y a pocos metros de distancia era un asunto muy diferente… ¿Nacían los hombres con unos hombros tan anchos? Al menos Pedro llevaba puestos los pantalones, pero era un verdadero placer observar cómo los músculos se movían cuando levantó un cubo de agua y se lo vertió por el largo cabello rubio. Realmente, la escena era hipnótica. Y ella estaba babeando por el hombre con el que iba a trabajar durante los próximos días. Santa María.

2 comentarios:

  1. Cuanta tensión sexual hay entre ellos!! Y hay tanto en juego para cada uno!!

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  2. Cuanta tensión sexual hay entre ellos!! Y hay tanto en juego para cada uno!!

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