martes, 14 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 20

De repente, de forma automática, comenzó a levantar los brazos hacia el cuello de él. Pedro comenzó a bajar la cabeza, de manera que sus frentes estaban a punto de tocarse. Paula aspiró el aroma del chocolate, mezclado con el aroma que se desprendía del cuerpo de él y decidió que era un perfume tan sensual y rico como cualquier fragancia y que provocaba que aquel fuera uno de esos momentos que ocurrían raramente en su vida. Sabía que permanecería con ella mucho tiempo después de que Pedro hubiera regresado a su isla. Por lo tanto, no era de extrañar que ella, suavemente, se uniera aún más a él, de manera que sus cuerpos quedaron en contacto desde los muslos al torso. Los labios de Pedro se apretaron suavemente contra el cabello de Paula mientras la estrechaba entre sus brazos con fuerza, tanto que casi la levantaba del suelo. Todo era tan agradable… Pedro era tan agradable…

Casi se le había olvidado lo que se sentía al estar entre los brazos de un hombre que parecía estar disfrutando del momento tanto como ella. De repente, el deseo comenzó a adueñarse de ella, provocándole un extraño calor en el vientre, caldeándole la sangre y sensibilizándole la piel. Sabía que debería luchar contra aquella atracción. Decirle que se detuviera. Sin embargo, cuando levantó el rostro para hacerlo, cometió el error de mirar aquellos maravillosos ojos azules. Lo que vió en ellos le cortó la respiración. Más que una simple atracción. Deseo. Un deseo que ardía lenta, sensualmente, para igualar los suaves movimientos que él le estaba realizando sobre la espalda. El abrazo se estaba transformando en una caricia… Y a Paula le gustaba. Respiró profundamente al ver que él comenzaba a bajar el rostro hacia el de ella. Se lamió los labios y estaba a punto de colocar la cabeza para recibir el beso cuando el movimiento lento y regular de las cuchillas de la procesadora comenzó a acelerarse. La máquina comenzó a realizar un extraño sonido. Pedro se quedó completamente inmóvil y miró a Dolores alarmado. Los dos se soltaron y observaron horrorizados cómo las cuchillas iban adquiriendo cada vez más velocidad y empezaban a salpicar la mesa con la mezcla que estaban batiendo en su interior.

—Pedro, ¿No te parece que va un poco… bueno, demasiado rápido?

—Sí. El problema es que, según el mando de la velocidad, es la más baja. Podría ser que el cableado del dial estuviera cambiado, no sé. Sin embargo, solo hay un modo de descubrirlo —añadió. Colocó el dial al máximo antes de que Paula pudiera impedírselo.

Pedro acababa de soltar el mando cuando las cuchillas comenzaron a rotar aún más rápido. El chocolate comenzó a salir despedido por el aire.

—No… ¡Apágalo! ¡Apágalo! —exclamó Paula.

—Lo estoy intentando, pero creo que el interruptor está roto —replicó Pedro. Se hizo rápidamente a un lado para tratar de evitar el diluvio mientras intentaba desesperadamente apagar la máquina.

El chocolate comenzó salpicar también a Paula en el cuello y en la parte delantera del vestido. Instintivamente, ella levantó las manos para protegerse la cara, pero ya era demasiado tarde. Antes de que Pedro desenchufara la máquina, cuello, hombros y brazos estaban totalmente cubiertos. Se produjo un profundo silencio en la sala, roto tan solo por el sonido que hacía el chocolate al caer de todas las superficies en las que había aterrizado. Ella se limpió la cara y se quedó asombrada al ver el destrozo que el chocolate había creado. Pedro contempló la escena atónito y luego la miró a ella. Lo miró también y vio cómo él se relamía los labios y utilizaba un dedo para limpiarse parte del chocolate que le manchaba el hombro y saborearlo.

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