—Olvídate de esa pareja —le susurró el chef al oído. Paula respiró aliviada—. Aún están esperando que les sirvan el postre, pero esas dos damas de allí están pagando la cuenta. Perfecto. Ve a hablar primero con ellas. ¡Que te diviertas!
Pedro se había tomado una enorme porción de lasaña, dos trozos de delicioso pan y acababa de inhalar el aroma de una bandeja de quesos con galletas saladas cuando el camarero colocó un oscuro círculo de chocolate denso y aromático delante de Mariana y luego se dirigió a servirle a él. Al oler el chocolate, apartó inmediatamente la bandeja de quesos y se preparó para el postre. Mariana se echó a reír.
—Sé que te mueres de ganas de contármelo todo sobre ese chocolate, por lo que me voy a limitar a tomarme el café mientras tú disfrutas. Por cierto, sabes que voy a insistir en que los chefs utilicen chocolate de Alfonso Estate para mi banquete de bodas, ¿Verdad?
Pedro se echó a reír.
—Por supuesto. Puedes considerarlo como mi regalo de boda. Bueno, ¿Qué es lo que tenemos aquí?
Levantó el plato para poder inhalar el aroma del chocolate ignorando las miradas de reojo de los camareros y del resto de los comensales. Entonces, cortó el pastel por la mitad y volvió a aspirar su aroma. Vaya… Era muy bueno. Buenísimo. En la mezcla, había un licor de chocolate y almendras que no era demasiado poderoso como para ocultar el maravilloso aroma picante y profundo del chocolate. Tomó una buena porción y se la metió en la boca. Cuando retiró la cuchara, sintió un pequeño milagro entre los labios. Un suave chocolate se le deshacía en la lengua, soltando poco a poco más y más capas de sabor. Sencillamente, era un postre delicioso. El cocinero que había preparado aquel postre sabía perfectamente cómo mezclar el cacao de diferentes variedades para crear una mezcla aromática y suave, de un sabor completamente perfecto. Intenso, agradable. Maravilloso. Sin poder evitarlo, tomó una cucharada tras otra mirando a su asombrada ex, que apenas había probado bocado.
—El postre era maravilloso.
—Ya me pareció que te gustaría, pero yo tengo que guardar la línea así que te ruego que te termines también el mío. Sé que estás deseando.
—¡Por supuesto! Esto está delicioso. De hecho, esto está tan bueno que me ha dado una idea para la conferencia que tengo el fin de semana. Mari, ¿Te importaría que te dejara a solas diez minutos con tu café? Necesito localizar al repostero que ha preparado esto.
—Pues ahí tienes tu oportunidad —le dijo Mariana mientras señalaba a las espaldas de Pedro—. En estos momentos se dirige para hablar con nosotros.
Pedro se giró en su silla. Estaba a punto de levantarse cuando alzó la barbilla y se encontró mirando la chaqueta blanca de cocinero que una mujer llevaba puesta. La reconoció inmediatamente como la chica del puesto de chocolate orgánico. Era imposible confundir aquel cabello y aquellos maravillosos ojos.
—Paula, ¿Qué está haciendo aquí?
La mirada de asombro que se reflejó en el rostro de ella mientras daba un paso atrás no era la mejor reacción que Pedro pudiera haber esperado.
—Lo siento, me ha sorprendido —añadió—. No tenía ni idea de que trabajara también aquí.
—Solo he venido de visita —replicó ella. Entonces, se dirigió al otro lado de la mesa para darle la mano a Mariana—. Buenas tardes. Me llamo Paula Chaves y soy la maestra chocolatera de este restaurante. Me he fijado que ha pedido usted el pastel de chocolate y almendras. Espero que le haya gustado.
—¡Sí! Estaba absolutamente delicioso. Mi nombre es Mariana Fernandez. Encantada de conocerla. De hecho, le estaba diciendo precisamente a Pedro que este restaurante tiene una buena reputación en lo que se refiere a sus maravillosos postres de chocolate. ¿Los prepara usted sola? Realmente se trata de algo muy especial.
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