martes, 14 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 19

Fue a buscar su bolso y sacó la cartera. Entonces, muy lentamente, extrajo una arrugada hoja de papel. Lo sujetaba con veneración, como si no quisiera entregárselo a un hombre al que apenas conocía. Había tanta historia asociada con aquella hoja de papel… Tantos sueños fallidos y tantas oportunidades perdidas… Él le estaba dando la oportunidad de hacer lo que tanto tiempo llevaba deseando querer realizar. Sin embargo, ¿Podía confiarle sus esperanzas y sus sueños? Le miró a los ojos y tragó saliva. Entonces, le entregó el papel a Pedro.

—Llevo años con ese papel encima, esperando el día en el que, por fin, podría descubrir si es tan especial como creo. Por eso, estoy dispuesta a darte una oportunidad. No me defraudes, Pedro. Lo digo en serio.

Pedro se puso de pie y estiró los brazos. Durante un terrible y maravilloso momento, ella pensó que iba a abrazarla. Sin embargo, simplemente le colocó las manos en los brazos y le dió un beso en la mejilla, tan cálido, dulce y auténtico, que la dejó anonadada.

—Eres fantástica, Paula. Te aseguro que no lamentarás tu decisión ni por un instante. Vamos a hacer un chocolate tan delicioso que el mundo se rendirá a nuestros pies. Espera y verás. Ahora, deja que vaya a cambiarme. Volveré enseguida.

Soltó los brazos de Paula tan rápidamente que ella se cayó contra el fregadero. Sentía un agradable hormigueo en los brazos y la mejilla. La cabeza le daba vueltas. Con un beso en la mejilla había sido suficiente para rendirla. ¿En qué demonios se había metido? Les llevó mucho tiempo cargar la procesadora. Por fin, solo le quedó ver cómo Pedro empezaba a manejar los controles. Rezó para que él supiera lo que estaba haciendo. Al menos, lo parecía. Se había recogido el cabello con un pañuelo y se había lavado las manos a conciencia. Por fin, Pedro pareció estar preparado.

—Deja que compruebe que no se me ha olvidado nada. Pasta de cacao. Vainilla. Lecitina. Un poco de azúcar y especias. Y lo más importante, la cantidad precisa de mantequilla de cacao para conseguir el nivel que exige la señora para su chocolate. Creo que ha llegado el momento. ¿Qué te parece? ¿Crees que podemos empezar?

Paula se mordió el labio inferior y asintió.

—Adelante. Solo espero que sepa tan bien como huele.

—Me encanta ver a alguien tan emocionado como yo por esto. Recuerda que para mí esto también es la primera vez…

Paula contuvo el aliento.

—Dolores parece bastante… complicada. ¿Tienes las instrucciones?

—No hace falta —replicó Pedro—. Mi Dolores es una chica de clase alta, pero yo sé cómo manejarla… Ya sabes a lo que me refiero —añadió mientras señalaba el panel de control—. Dos botones. Encendido y apagado. Y la velocidad. Parece muy fácil. Bien, ¿Estás lista para descubrir lo bien que va a saber este chocolate?

Paula sabía que aquel no era el momento para expresar sus dudas sobre lo de manejar la máquina sin instrucciones. Por lo tanto, en vez de seguir su instinto y empezar con cautela, se despojó de sus miedos y asintió con entusiasmo. Pedro apretó el botón de encendido y colocó la velocidad de la máquina en el mínimo. Para alivio de Paula, las luces verdes se encendieron y las cuchillas comenzaron a mezclar todos los ingredientes. ¡Sí! Ya estaba. Su primera remesa de su propio chocolate.

—¡Esto es fantástico! ¡Gracias, Pedro! Llevo tanto tiempo esperando este momento…

—Yo también —replicó él en voz baja y cálida, mientras abría los brazos para acogerla en ellos.

A Paula le pareció natural dejarse abrazar. Él la estrechó con fuerza contra su cuerpo y ella suspiró cuando se dió cuenta de que Pedro seguramente no sabía que ella había cerrado los ojos y que estaba gozando con aquel contacto físico. Sentía cómo el corazón le latía a través de la delgada camiseta. De repente, él se echó a reír y los ecos de su carcajada le resonaron en el pecho, inundando también el de ella y haciendo que se sintiera joven, ingenua y feliz. Era un delicioso sentimiento al que se quería aferrar durante todo el tiempo posible. Entre los brazos de Pedro se sentía capaz de hacer todo lo que se propusiera en la vida.

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