jueves, 2 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 6

Mariana pareció aliviada al ver su reacción.

—No, claro que no puedes ser mi dama de honor, pero muchas gracias por tu comprensión, Pedro. Esta situación es muy incómoda, ¿Verdad? Tan solo hace tres años desde que nos divorciamos y yo voy a volver a casarme.

—Me alegro por tí, Mari. De verdad. Me alegro mucho. Los últimos años han sido muy duros para tí y yo no he estado a tu lado para ayudarte. Te mereces ser feliz. Antonio parece un buen tipo y sería un idiota si no se hubiera vuelto loco por tí. Les deseo toda la felicidad del mundo.

Entonces, levantó su vaso de agua a modo de brindis, aunque solo fuera para tener algo que hacer con las manos.

—¿Cuándo será la boda? ¿Están planeando algo espectacular o algo más íntimo y familiar?

—¡No podría ser más extravagante! La familia de Antonio nos ha ofrecido el château que tienen en Provence y van a correr con todos los gastos. Ese será su regalo de boda. Deberías ver la casa, Pedro… Es preciosa. El lugar perfecto para una boda. Va a ser realmente algo mágico.

—¿Un château? Va a ser un cambio total comparado a nuestra boda. Aquel lugar estaba helado.

—¡Lo sé! —exclamó ella mientras se pasaba la mano por el cabello con gesto nervioso—. En cuanto al cuándo… Esa es la siguiente noticia. Sé que estoy a punto de sugerir algo que seguramente te disgustará, porque… Bueno, estamos pensando celebrar la boda la próxima primavera y me gustaría que Cami se pasara todo el verano con nosotros en el château en Francia este año.

Pedro dejó el vaso y contuvo el aliento. Contó mentalmente hasta cinco antes de responder.

—Pensé que habíamos acordado en Navidad que Cami pasaría conmigo las vacaciones de verano en la casa, dado que tú te niegas a que me la lleve a la isla. Además, así podrías estar a solas con Antonio.

—Así fue, pero ahora todo ha cambiado, Pedro. La familia de Antonio solo se reúne una vez al año en el château. Anton tiene muchos sobrinos para que ella pueda jugar. Esta es la primera oportunidad que tiene de conocer a toda la familia de Antonio. Su nueva familia. Y le encantará.

Pedro suspiró. Tuvo que contenerse para que la ira y la desilusión no se apoderaran por completo de él.

—Bueno, pues ya está. ¿Cómo va preferir Cami pasar el verano conmigo, en la vieja casa de mi abuela en medio de ninguna parte, conmigo por única compañía a hacerlo en un château francés, mimada a reventar y con una nueva familia? El hecho de que yo lleve pensando en estas vacaciones desde Navidad no importa, ¿Verdad? Tampoco que yo no vaya a poder estar con ella antes de que regrese al colegio en septiembre.

—Sé que esto es muy duro para tí, pero el hecho de que Cami pase el verano con nosotros la ayudará a sentirse parte de los planes para la boda. Parte de los cambios que se van a producir en nuestras vidas.

—No me gusta, Mari, pero supongo que ya no se trata de lo que yo quiera, sino de lo que sea mejor para Camila. ¿Y qué ocurrirá después? ¿Vas a seguir viviendo en Londres después de la boda?

—Sí. Antonio tiene un trabajo muy importante aquí en la City. Su casa es muy grande y Cami no tendría que cambiarse de colegio. Creo que todo va a salir bien, Pedro. De verdad que lo creo.

—Confío en tu buen juicio, Mariana. Siempre lo he hecho. Sé que no dejarías que Antonio formara parte de la vida de Cami si no estuvieras segura de que su influencia iba a ser positiva, pero ¿y yo? ¿En dónde encajo yo en todo esto? ¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que mi hija comience a llamar «papá» a Antonio?

Mariana le agarró las manos y lo miró a los ojos.

—Antonio sabe que tú formas parte de nuestras vidas. Quiere mucho a Camila y ella va a compartir con él su casa y lo verá todos los días, pero la niña sabe muy bien quién es su padre. Yo me aseguraré de que nunca se confunda sobre eso.

Pedro asintió.

—Gracias. Sin embargo, creo que deberíamos estar los dos presentes  cuando le dijeras a Cami que te vas a volver a casar. Le ayudaría a comprender que yo no la voy a abandonar y que no la voy a dejar a cargo de Antonio como si ya no la quisiera. Yo soy su padre y siempre la querré. Eso no va cambiar.

Pedro había tratado de impedir que el dolor se le reflejara en la voz, pero Mariana lo estaba mirando con preocupación.

—Ella lo sabe. Hemos criado a una niña muy inteligente. Esto es lo mejor para ella, pero ¿te parece que hablemos de ello más tarde? Ahora, disfrutemos de nuestra comida. He oído que tienen un maravilloso chocolatero…

El delicioso aroma de la lasaña ayudó a Pedro a animarse un poco al bloquear momentáneamente la imagen de la mujer que había pagado el precio de su obsesión por una plantación de cacao. La mujer que estaba a punto de proporcionarle a su hija un padrastro que viviría con ella. Mariana le sonrió desde el otro lado de la mesa.

—Bueno, háblame de esa conferencia de cacao orgánico a la que te marchas a finales de semana. Es en Cornualles, ¿Verdad? Parece muy emocionante. ¡Quiero saberlo todo!

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