martes, 28 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 35

No tenía nada que ver con Paula. Aquello era trabajo, no unas vacaciones con la mujer que deseaba tanto en su vida que le dolía. Sabía que ni podía ni debía tenerla. No se trataba de una cita o una cena romántica con ella. Se habían pasado la mayor parte del largo trayecto desde Londres a Cornualles comentando ideas para la presentación que él tenía sobre el cacao de las Indias Occidentales y hablando del chocolate.  Hablando y hablando de todo y de nada a excepción de lo que verdaderamente hacía que seis horas en un coche fueran más que incómodas. De su beso. Del modo en el que el cuerpo de Pedro reaccionaba cuando estaba Paula tan cerca y del hecho de que había estado a punto de saltar del asiento cuando el brazo de ella rozó el suyo mientras cargaban el equipaje. De hecho, bastaba tan solo con el perfume que ella se ponía para turbarlo. Además, había visto cómo ella se ruborizaba cuando él se volvió a mirarla en un atasco. Resultaba fascinante cómo siempre parecía algo interesante que ver por la ventana de ella cuando él tenía que detener el coche, de manera que Paula siempre evitara mirarlo a los ojos.

Sacudió lentamente la cabeza y se encogió de hombros. ¿A quién estaban tratando los dos de engañar? La atracción que había entre ellos era poderosa y elemental, completamente diferente a todo lo que Pedro había sentido antes. Tratar de fingir que no estaba ocurriendo solo conseguía empeorar las cosas. Se pasó las manos por la barbilla. Paula tendría que cocinar al día siguiente, él tendría que hablar con posibles clientes y realizar su presentación. Probablemente pasarían tan poco tiempo juntos que la cena de gala y el anuncio de los ganadores del concurso habría terminado antes de que se dieran cuenta. Entonces, los dos regresarían a sus vidas de siempre. Por lo tanto, lo único que él tenía que hacer era mantener su promesa y centrarse en su negocio durante veinticuatro horas. Ella necesitaba aquel paso al frente en su vida. No podía estropeárselo.

Con esa decisión tomada, Pedro hizo girar los hombros para relajarse y salió a buscarla. Unos minutos más tarde entró en la sala brillantemente iluminada que el hotel había preparado para la recepción. Todos los invitados charlaban en grupos alrededor de un piano de cola. Una pianista tocaba melodías clásicas para entretener a los invitados. Recorrió la sala con la mirada para buscar a Pedro y frunció el ceño. No estaba presente. Eso solo podía significar que estaba en el exterior o en la cocina.  Pareció tardar una eternidad en cruzar la sala, dado que fue respondiendo a los saludos de otros productores de cacao y de fabricantes de alimentos orgánicos a los que conocía. Estaba ya casi a la entrada de las cocinas cuando las puertas se abrieron y él vió una fugaz imagen de ella al otro lado. Paula estaba en la cocina. Se sintió preocupado y enojado a la vez. Después de todo el trabajo que había puesto en aquel concurso, ella se merecía estar en la sala, disfrutando del piano y departiendo con el resto de los invitados, no escondida en la cocina como si no mereciera estar con el resto de los delegados de la conferencia. Ella le había dicho que era tímida y que prefería permanecer alejada del centro de la atención de los demás, pero aquello era ridículo. Atravesó las puertas y se quedó asombrado de lo que vió. Paula estaba allí, tan tranquila, charlando con los chefs y con los camareros que estaban preparando el primer plato de la cena. Se reía con ellos y parecía estar disfrutando con los últimos detalles de la cena. Efectivamente, la comida tenía un aspecto delicioso, pero era ella quien le quitaba el aliento.

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