martes, 7 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 12

—Me alegra saberlo —dijo él—, porque aún no he llegado a lo que es realmente bueno. Esta conferencia es diferente —añadió. Apartó la mano antes de que ella tuviera oportunidad de decir nada.

Paula respiró profundamente y frunció el ceño. Pedro le devolvió una sonrisa que indicaba tanta seguridad en sí mismo que ella terminó rindiéndose a la curiosidad y se volvió a sentar.

—Cinco minutos —replicó ella—. Además, no quiero ser grosera, pero o tiene comisión en esa cadena hotelera o me estoy perdiendo algo. La última vez que miré el mapa, ví que Santa Lucía era una pequeña isla caribeña con unos paisajes espectaculares. ¿Acaso no ha llegado aún a su plantación el maravilloso mundo de Internet? Estoy segura de que es mucho más económico realizar negocios en la red hoy en día. Yo, ciertamente, no querría desperdiciar mi tiempo en fiestas cuando podría estar trabajando.

—Tiene razón —dijo él—, pero no bromeaba cuando dije que tenía una proposición de negocios. Evidentemente, siente tanta pasión por su negocio como yo por el mío. Por eso, tengo una idea que podría beneficiarnos a los dos. Déjeme empezar diciéndole por qué he viajado miles de kilómetros para estar aquí. En primer lugar, se acerca el cumpleaños de mi hija, pero eso ya lo sabe. Lo que usted no sabe es que aproximadamente durante los últimos veinte años o así, cada saco de cacao que ha salido de Alfonso Estate ha ido a parar a las manos de una de las más grandes empresas pasteleras de Japón. Ellos quieren cacao de primera calidad que tuestan y procesan en sus instalaciones. Siempre vienen a mí, lo que es una buena noticia para ellos y una buena noticia para mí. El problema es que incluso aunque pagan mucho dinero por el cacao, sigue sin entrar el dinero suficiente en la finca para darles a los agricultores que trabajan en ella los ingresos suficientes como para asegurar el futuro a sus familias.

Pedro se reclinó sobre la silla y estiró las largas piernas. Sin embargo, Paula notó tensión en su rostro y en los músculos del cuello.

—Cuando yo compré la finca —prosiguió él—, me comprometí con las familias que trabajan para mí que me ocuparía de comercializar el magnífico producto de nuestras tierras al mejor precio. Llevo trabajando desde entonces para conseguirlo. Por eso estoy en Inglaterra —añadió. Entonces, se inclinó para buscar en su mochila. Sacó una bolsa de plástico hermética que contenía un enorme contenedor de helado de plástico blanco—. Hace dos años, empezamos a tostar y a procesar parte del cacao en la finca. Ha supuesto mucho trabajo, pero creo que por fin lo hemos conseguido.

Con mucho cuidado, sacó el contenedor y abrió un poco la tapa. El delicioso y poderoso aroma del cacao recién molido invadió el espacio entre ellos.

—Esta es tan solo una pequeña muestra de la pasta de cacao que hice la semana pasada. Mi plantación se especializa en variedades de cacao muy raras y aromáticas, que contienen el sabor que daría características únicas a cualquier chocolate. Ahora estoy buscando nuevos compradores que puedan apreciar verdaderamente el aroma y el sabor del mejor chocolate de una única finca de las Indias Occidentales. Sin embargo, hay un problema. Quiero vender este cacao directamente a los chefs y la mejor manera de hacerlo es mostrando a los maestros chocolateros en esa conferencia lo magnífico que mi cacao puede resultar en las manos de alguien que siente pasión por el chocolate. Resumiendo, necesito a alguien como usted, señorita Chaves.

Paula parpadeó varias veces y miró fijamente a Pedro.

—¿Por qué yo? Hay muchos cocineros en Londres a los que les encantaría probar su chocolate si es tan bueno como usted dice que es.

—Acabo de probar una muestra de su trabajo. Créame, mi cacao sería perfecto para postres como el que yo acabo de degustar. Sé que mi chocolate y sus recetas formarían una sorprendente combinación. A cambio, por supuesto, usted sería la primera cocinera del mundo en utilizar el cacao orgánico de Alfonso Estate. Lo único que tiene usted que hacer es acceder a utilizar mi chocolate. ¿Qué le parece? ¿Está dispuesta a intentarlo?

El corazón de Paula comenzó a latir con fuerza cuando comprendió las implicaciones de lo que Pedro le estaba sugiriendo. Un nuevo proveedor de chocolate orgánico de las Indias Occidentales le estaba ofreciendo un cacao único. Aquel podría ser el ingrediente mágico que ella llevaba tiempo buscando, la pieza definitiva de un enorme rompecabezas. Había tardado tres años en recuperarse de su desilusión de París y no pasaba ni un solo día sin que pensara en cómo podría dar ese paso final. Su propia marca de chocolate. Si tenía alguna posibilidad de abrir una chocolatería con su nombre encima de la puerta, necesitaba algo que le diera ventaja sobre sus competidores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario