jueves, 9 de julio de 2020

Chocolate: Capítulo 13

Había trabajado mucho realizando las recetas que sabía que tendrían éxito, pero aún no había encontrado ese factor especial que la hiciera resaltar por encima de los demás. Se había sentido desilusionada antes, pero por fin podría haberlo encontrado. Tenía que darle una oportunidad. Tal vez aquel hombre tan desaliñado al que le encantaba su chocolate era la persona adecuada para conseguir que su sueño se hiciera realidad. De repente, el cerebro le ganó la partida al corazón. Todo aquello sonaba demasiado bueno para ser cierto. Los desconocidos no se acercaban en los restaurantes para ofrecer cacao de lujo. Una vez más, había dejado que su entusiasmo y su desesperación tomaran la iniciativa.

—Perdóneme por preguntar, pero antes de que responda a su pregunta, me gustaría saber más sobre su plantación de cacao. Necesito saber que usted podrá seguir proporcionándome un producto de idéntica calidad año tras año. Espero que no se sienta insultado, pero los cocineros tienen que confiar en sus proveedores y a mí no me gustaría comprometerme a algo para luego descubrir que me han defraudado.

La respuesta de Pedro Alfonso fue una intensa mirada. A continuación, sonrió.

—En mi caso no se trata de algo pasajero. Compré la finca hace algunos años, pero ha formado parte de mi familia desde que tengo uso de razón. De hecho, pasé la primera parte de mi vida en esa finca. Mis padres se enamoraron de la isla y a mí me ha ocurrido lo mismo. Esa finca es como una amante celosa y por eso la conozco perfectamente. Sé dónde crece mejor cada variedad de cacao, los microclimas que hay dentro de mis tierras y los nombres de cada uno de mis trabajadores y de sus familias. He invertido todo lo que tengo en el futuro de esa finca. Por eso Alfonso Estate siempre va a cumplir sus compromisos. Tiene usted mi palabra de ello, señorita Chaves.

Paula aspiró profundamente. El poder de aquellas palabras era tal que su intensidad y su sinceridad parecieron apoderarse de ella. Él hablaba en serio. No era simplemente el dueño de la finca. Aquellas tierras eran su vida. Su mente no dejaba de sopesar todo lo que él le había dicho, tratando de considerar los riesgos. ¿Debería arriesgarse o conformarse con lo que tenía como había hecho su padre toda su vida? Siempre esperando, siempre deseando, hasta que finalmente fue demasiado tarde para hacer realidad sus sueños.  No. Nunca más. Aquello podría ser exactamente lo que había estado buscando. Levantó la mirada y sonrió débilmente.

—Da la casualidad de que siempre estoy buscando nuevos proveedores de chocolate orgánico para darle a mis postres ese sabor especial que busco. No le prometo nada —dijo rápidamente al ver que él se levantaba de la silla con gran ímpetu—. He trabajado mucho para hacerme un nombre. Necesitaré un listado de precios y muestras, pero… sí. Voy a probar su chocolate. Me pondré en contacto con usted dentro de dos o tres semanas.

La sonrisa de Pedro se hizo más amplia.

—En realidad, mi fecha límite es algo más breve que eso. ¿Se acuerda de la conferencia de la que le he estado hablando? Da la casualidad de que va a realizar un concurso muy especial durante la conferencia. Y con un premio en el que usted podría estar interesada.

Paula lo observó atónita mientras Pedro volvía a tomar la mochila y sacaba una hoja de papel impresa con el logotipo de un hotel muy famoso. Estiró el cuello para tratar de leer el papel, pero se contuvo al ver la intensidad con la que los ojos azules de él la estaban observando. Estaban tan cerca que ella se percató de que las espesas y largas pestañas de él no eran negras, sino marrones oscuras. Pensó que cualquier chica habría estado encantada de tener unas pestañas así, que enmarcaban perfectamente aquellos ojos maravillosos ojos.

—La idea es que cada uno de los productores de cacao utilice el chocolate orgánico que produce para preparar tres postres diferentes en la cocina del hotel, bajo la atenta mirada del jurado del concurso. Los ganadores se anunciarán al final de la conferencia, en la cena de gala. Es el paraíso de los amantes del chocolate. Ambrosía de los dioses. A mí me encantaría participar, pero, desgraciadamente, no tengo maestro chocolatero que esté a la altura de la tarea. Ahora, tal vez lo haya encontrado. Lo único que tiene que hacer es acceder a cocinar unos postres el sábado. Yo puedo pasar a recogerla el viernes y llevarla hasta allí en mi coche. ¡Es muy sencillo!

Pedro esperó a que Paula respondiera, pero ella guardó un completo silencio. Abrió la boca para hablar, pero la volvió a cerrar.

—Ya lo sé —añadió Pedro mientras se frotaba las manos completamente encantado—. Me muero de ganas de que empiece todo — dijo. Entonces, la sonrisa se le heló en los labios—. Señorita Chaves, ¿Adónde va?

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